‘El diablo fuma (y guarda las cabezas de los cerillos quemados en la misma caja)’, de Ernesto Martínez Bucio: cine mexicano en la 75° Berlinale

Según indica su sinopsis, en El diablo fuma (y guarda las cabezas de los cerillos quemados en la misma caja), primer largometraje de Ernesto Martínez Bucio, hay cinco hermanos pequeños, uno padres que desaparecen, una abuela con problemas mentales, un ánimo pirómano que cruza por estos personajes inciertos y desvaídos, concentrados en el interior de una casa. 

Pero al platicar con Ernesto Martínez Bucio, director egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica y afincado en el País Vasco, nos enteramos que esta película, coescrita con Karen Plata, también hace búsquedas formales que se acercan a la poesía escrita: metáforas, fragmentos, intuiciones más próximas a las revelaciones que a la lógica argumental. 

¿Qué podemos esperar de El diablo fuma (y guarda las cabezas de los cerillos quemados en la misma caja)? Por lo pronto, sabemos que ha tenido su estreno en la sección Perspectivas de la edición 75 de la Berlinale.  También sabemos lo que nos contó Ernesto sobre esta historia, que podría ser misteriosa o cándida, según va revelando sus primeras imágenes.

Foto: Rosalba Stevenson/ IMCINE

Escribes esta historia con Karen Plata, me gustaría saber cómo empezaron a imaginarla

Karen Plata empezó a escribir el guion hace muchos años, en el taller de cine de Mantarraya. Yo revisaba guiones para mi ópera prima. Lo que me mostró Karen era muy extraño. Tenía muchas secuencias, situaciones muy particulares. Karen es poeta, el título es un poema de Karen, leí y dije, está increíble como título, lo tomamos y después empezó a adquirir sentido en la narrativa de la película.

 

Por la sinopsis entiendo que hay cinco niños, una abuela, pero lo que más destaca es que se habla de un estilo áspero, desestructurado, no una historia contada de manera tradicional ¿Qué puesta en escena propones?

Lo que Karen siempre ha dicho, es: quiero ver si es posible hacer cine como yo escribo poesía: fragmentando, borrando, dejando huecos, no siendo claros, apostando por una narrativa de otro tipo. Esta película tiene que ser como un álbum de fotos familiares, más como un libro de poesía que como una novela. Yo intervine el guion y lo destrocé, porque escribí una historia desde el viaje del héroe, con un protagonista único. Luego me la llevé al máster de creación cinematográfica de la Elías Querejeta Zine Eskola en el País Vasco, donde tuve de tutor a Michel Gaztambide, coguionista de Víctor Erice en Cerrar los ojos. Tiene diferentes herramientas, que te ayudan a crear el guion de una manera no tradicional. 

La historia sucede en los años noventa, está basada en memorias de Karen y mías, en miedos de la infancia. Está fragmentada, queríamos romper el tiempo, renunciar a la causa y efecto inmediato; no tener un protagonista único, sino que fuera una historia coral; y no contar el todo, sino las partes. Usamos planos muy cerrados, porque así se crean huecos narrativos que el espectador complementa. Optamos por esa narrativa áspera, y por respetar el tiempo de actuación de los niños. Intenté no tener pausas dramáticas, sino respetar su reacción natural, sin cortes abruptos. 

 

El diablo fuma (y guarda las cabezas de los cerillos quemados en la misma caja), dir.  Ernesto Martínez Bucio

 

Me parece interesante la relación creativa con tu coguionista…

Hubo una colaboración muy cercana durante todos los procesos de creación de la película, excepto la dirección, porque Karen no vino a México al rodaje. Nosotros vivimos en el País Vasco, ella se quedó allá y me dijo: “a ti te toca el rodaje, no quiero entrar ahí”. Pero el guion está escrito a cuatro manos. Hay escenas que no sabemos quién la escribió. Y luego ella se involucró en la edición, porque probamos muchas estructuras diferentes; Odei Zabaleta, el fotógrafo, también nos ayudó a reestructurar la película. 

Yo creo que una película se escribe tres veces, en el guión, el rodaje y la edición; el final que está ahora no estaba en el guion, lo descubrimos en el proceso editorial, fue el mejor final que pudimos encontrar, casi se reveló a sí mismo.

 

¿Cómo trabajaste con los niños?

Mi mano derecha durante el rodaje fue Michelle Betancourt, directora de casting y acting coach, junto con Paulina Álvarez. Vimos a unos trescientos niños y escogimos cinco. Solo uno de ellos tenía experiencia actoral. Hicimos un taller diseñado para la película, en él creamos un círculo de confianza para trabajar con emociones y recuerdos reales. Cuando llegó el rodaje ellos ya traían dos meses de haber estado trabajando con nosotros, nos tenían muchísima confianza y pudimos llegar a momentos muy especiales de actuación. 

No creo que sea difícil trabajar con niños, implica meter mucha energía, dar y recibir y estar muy sensible a sus necesidades, sus sensibilidades, sus caracteres. 

 

¿Qué te parece esta oportunidad de estrenar tu película en Berlín?

Está increíble, no lo esperábamos. Perspectivas es una sección nueva del Festival de Berlín, dedicada a óperas primas. Vamos a estar con otras trece películas que de seguro estarán increíbles y es un privilegio mostrarlas con ese público. 

El diablo fuma (y guarda las cabezas de los cerillos quemados en la misma caja), dir.  Ernesto Martínez Bucio