‘Boca Vieja’, de Yovegami Ascona: fiestas y tormentas en la playa

Podría ser tradición, linaje o terquedad, la forma como se vive en Bajos de Coyula, población al suroeste de Huatulco, en Oaxaca. Durante los días de sol disfrutan de la playa tibia de Boca Vieja y de las bondades de la tierra, pródiga para el cultivo. Pero llegan las tormentas y destruyen todo. La segunda mitad del año se trata de reconstruir hogares, rescatar cultivos, restaurar la vida que fue devastada por las lluvias. Y saber que el próximo año, y el que sigue y el que sigue, se sucederá este ciclo entre la vida y la destrucción. 

Yovegami Ascona Mora es oriundo del pueblo mixe San Juan Guichicovi, pero visita Boca Vieja desde su infancia, porque de allá es su madre y gran parte de su familia. Yovegami conoce este ciclo entre el sol y la lluvia, que también implica la fiesta o la tragedia. En esta contradicción reconoce algo más importante: la perseverancia y el orgullo de pertenecer a ese territorio, con su prodigio y su calamidad.

Boca Vieja, ópera prima de Yovegami Ascona Mora, hace el retrato de esta playa oaxaqueña con sus solazos y sus cargadas nubes, con el gozo, la dignidad, la resiliencia de sus habitantes. Es un documental realizado con el Estímulo a la Creación Audiovisual en México y Centroamérica para Comunidades Indígenas y Afrodescendientes (ECAMC) y con el apoyo del Programa Fomento al Cine Mexicano (FOCINE), que participa en el Premio Mezcal de la edición 40 del Festival Internacional de Cine en Guadalajara.

Sobre el calor, las tormentas, las alegrías y los retos del pueblo de Boca Vieja, y de cómo todo esto se traduce en un emotivo ejercicio audiovisual, platicamos con Yovegami Ascona Mora.

 

Boca Vieja, dir. Yovegami Ascona Mora

 

¿Cómo es tu vínculo con Bajo de Coyula y Boca Vieja?

Bajo de Coyula es un pueblo y tiene su playa, Boca Vieja, a menos de un kilómetro. En este perímetro hay terrenos de siembra, ahí están las papayas y el maíz. En el documental vamos y venimos entre el pueblo y la playa, quisimos mostrarlo como un solo pueblo, por eso no alguien lo menciona como Boca Vieja, y alguien como Coyula. 

Mi raíz materna es de Coyula, mis abuelos vivieron ahí y mis primos y mis tíos viven ahí actualmente. Todas las vacaciones, recién salíamos de la escuela, nos íbamos a Coyula. A mí me sorprendía el orgullo y la dignidad que tiene esta gente para habitar su territorio, la fuerza de los pescadores. 

Esta película la quise hacer desde hace diez años. Mis cortometrajes eran de de mi pueblo natal, San Juan Guichicovi, que es pueblo mixe. Ahora quise hacer abordar el vínculo que tengo con el pueblo de mi madre. Los personajes son mis tíos, amigos o compadres de mi mamá, ella fue la guía para hacer esta película; ella también es uno de los personajes.

 

La relación de Boca Vieja con su entorno es compleja. Disfrutan de sus bondades pero también sufren la destrucción constante, por las tormentas. Es una relación que tiene que ver con la querencia, el orgullo o la resiliencia. ¿Qué puedes contarme de esta relación entre los coyulenses con su entorno natural?

No quería idealizar al pueblo, sino matizar su relación con la naturaleza. Decidimos dejar chispazos de la vida cotidiana, pero después viene la naturaleza y les arrebata cosas. Esta relación no es idílica, tiene contradicciones. Cuando presentamos el proyecto en Impulso Morelia, muchos de los expertos coincidieron en que querían irse a vivir ahí. Entonces entendí que mi película no iba por ahí. Quizá estaba haciendo algo demasiado idílico, o con una visión de turista. La siguiente etapa fue problematizar la relación con la naturaleza e incluir una visión desde adentro. En la segunda mitad de la película se impone la naturaleza y estos personajes, que antes eran pícaros, ahora se pausan. Este pueblo vive a la deriva en muchos términos, de la inclemencia de la naturaleza, o de la amenaza del despojo de su territorio. El mar crece, no hay condiciones para vivir ahí, pero el pueblo sabe que se va a reconstruir y que después viene otro ciclo. De la fuerza de la comunidad, del orgullo de habitar este territorio, de eso habla la película.

 

Boca Vieja habla también de lo social. Incluso en tus créditos finales reseñas cómo está la situación legal de la población, añades un tinte político, donde muestras lo que ocurre entre gobierno y comunidad. 

En 2023 se vino la idea del decreto y el gobierno federal empezó a medir los terrenos de la gente. Yo ya había dejado de grabar pero me cuestionaba hasta dónde termina el documental. En el pueblo siempre late el orgullo de cuando hace cuarenta años tuvieron algo parecido, y los abuelos y los padres de los que hoy salen en pantalla se levantaron con antorchas, a correr a la gente. Ahora la lucha es más legal, con abogados, y reuniones con el gobierno federal. 

No quería hacer una película panfletaria, en la que predominara la política: quería mostrar la vida cotidiana, pero entintado con esto que permea en el pueblo: la amenaza latente del despojo de su territorio. 

 

La primera parte de Boca Vieja es festiva: hay sol, colores, fiestas, carreras de lanchas. Cuando viene la tormenta se torna al blanco y negro, la historia se torna trágica. Hay un ejercicio de estilo, decisiones narrativas. ¿Cómo tomaste estas decisiones?

Me gustaba lanzarme con la cámara, que me conectara con el pueblo, los personajes y sus formas de vida. Entonces mi rodaje fue guionizar al mismo tiempo. Regresaba de un rodaje a la ciudad de Oaxaca, revisaba el material, hacía algunos ejercicios de montaje y descubría que podría tener varios estilos. Uno de ellos era en la primer parte, el “buen vivir”, le llamamos. Es la gozadera, con mucha cámara en mano, como cine directo, seguir a los personajes, estar en la fiesta. La segunda parte, la de lluvias, fue con cámara fija, secuencias largas y contemplativas. Hubo cine directo con cámara en mano y después una cámara quieta, como sí los personajes también estuvieran quietos y dejaran que la naturaleza entre en la pantalla.

 

Boca Vieja, dir. Yovegami Ascona Mora

 

Aunque la propuesta es mostrar a toda la población, en Boca Vieja van destacando algunos personajes: una mujer anciana, el señor que instala su parrilla, el de la yegua, un niño buzo, entre otros. ¿Cómo elegiste a estos personajes?

Yo quería una película de muchos personajes. Me gustaba hacer un retrato general del pueblo, donde un personaje podría aparecer una sola vez durante toda la película, o aparecer en tres momentos distintos. La confianza se dio porque me conocen desde que yo era niño. Sentía que si hacía mi investigación sin cámara, iba a perder muchas oportunidades de grabarlos como quería, más espontáneos, genuinos. Grabé a muchas personas, en el montaje decidimos en qué momento aparecían, quiénes, qué tanto, o quiénes no aparecían. Ahí entró la cabeza fría del editor, de ayudarme a decidir por dónde va la película. Al final logramos un mosaico con muchas personas, un cuento donde conoces al pueblo y cada personaje aporta algo pequeñito, en un momento determinado. 

 

¿Cómo fue para estos habitantes de Coyula, que te conocen desde niño, verte llegar ahora con una cámara y hacer un trabajo profesional que los involucra a ellos? 

La película es resultado de todo el proceso de confianza, de pasar tiempo con ellos. La película también se estaba haciendo cuando apagábamos la cámara y empezaban las pláticas con los personajes. Además, mi equipo es en su mayoría oaxaqueño, podemos dialogar con la gente de la costa y eso nos permitió tener mucha confianza. A mí me sirvió mucho volver a vincularme con ésta, mi segunda raíz. Hice muchos amigos ahí, los pescadores me saludan con cariño.

 

 ¿De qué manera tu participación en el ECAMC nutrió a esta película?

La residencia del ECAMC es un espacio diverso, donde caben muchas visiones del cine, pero además muchas visiones desde adentro, desde cómo ver a los personajes. Ya hay películas palpables del ECAMC, se está haciendo un nuevo cine mexicano que mira desde otro lado, con películas con una voz propia. El ECAMC es resultado de muchas luchas, de mucha gente que estuvo antes que nosotros tocando puertas, alzando la voz para que a nivel de políticas públicas pudiera haber estos espacios de financiamiento, pero también de acompañamiento, de formación, de asesorías. El lenguaje cinematográfico a nivel país se está revolucionando por esta nueva forma de percibir el cine. Ahora las cámaras están en nuestras manos; los guiones, los programas de edición y ahora también los festivales. Yo celebro que se ha estado nutriendo de estas visiones.

 

¿Qué te parece llevar Boca Vieja al Festival Internacional de Cine en Guadalajara?

Me siento honrado de estar en la selección de Mezcal. Iremos muchos del equipo de producción a presentar la película. Esperamos que siga su recorrido en otros festivales, pero también en circuitos alternos de exhibición. 

La gente la está pidiendo en el pueblo y ya tenemos la función programada para el 16 de junio en Bocavieja. Va a ser una fiesta, como cerrar el ciclo con el pueblo, regresarles la película, porque la película le pertenece a ese pueblo. Los festivales ayudan a que se conozca la película, que gente de la industria pueda verla y darle otros caminos, pero me interesa que las imágenes regresen al lugar de donde son, al pueblo. 

Boca Vieja (México, 2025). Dirección, producción, fotografía: Yovegami Ascona Mora. Producción: Mónica Cruz Arcos. Sonido directo: Luis Manuel Hernández. Edición: Martha Uc, Nicolás Rojas, Yovegami Ascona Mora. Compañía productora: Duermevela Audiovisual. Película realizada con el Estímulo a la Creación Audiovisual en México y Centroamérica para Comunidades Indígenas y Afrodescendientes (ECAMC) y con el apoyo del Programa Fomento al Cine Mexicano (FOCINE). Música: Arodi Martínez, Cuarteto Acatl, Orquesta Ebano, Wilfrido Mateos. Diseño sonoro: Galileo Galaz, David Esca. Mezcla: Rafaél Ávila. Postproducción: Casandra Casasola. Locación: Playa Boca Vieja, Bajos de Coyula, Huatulco, Oaxaca.