Una parte fundamental de la cinematografía tiene que ver con la iluminación. Sombras o penumbras, claroscuros o difusión, efectos resplandecientes que proyectan la maravilla a las historias. Son habilidad de quienes manejan la cámara, pero también de quienes, bajo sus indicaciones, sitúan, controlan, adaptan la luz a las necesidades de la escena.
El oficio de gaffer en el cine pide destreza para resolver problemas técnicos, pero también creatividad y sensibilidad. Por su demanda física, al gafferismo se le había considerado un oficio masculino. Hoy, ya no es así. No se reconocía, pero las mujeres también jalan cables, cargan tramoyas, instalan caimanes e improvisan corrientes de electricidad.
Platicamos con dos mujeres gaffer que participan activamente en la industria audiovisual de México. Viridiana Pérez Moreno tiene doce años de dedicarse a esta actividad, desde que inició como asistente de iluminación en el Canal 11. Áurea Itandehui ha hecho del gafferismo una forma de perfeccionar su vocación de cinefotógrafa. Ambas se encargan de proveer luz a las historias que amamos en las grandes y las pequeñas pantallas.
Inició con su oficio hace doce años, en Canal Once. Llegó a la televisora tras haber estudiado producción de radio y televisión en el Centro de Capacitación para el Trabajo Industrial (Cecati), recomendada por su profesor de iluminación. El trabajo la llevó a conocer a cinefotógrafos de escuelas como el CCC o la ENAC, quienes le dieron las primeras oportunidades como gaffer.
“En Canal 11 pude estar en series cuando comenzaba a cambiar el concepto de hacer cinefotografía en foros televisivos”, recuerda. Aun así, reconoce distintas formas de trabajo en los formatos de la televisión y la fotografía. “Como asistente me montaba en el paso del gato del foro y ahí se montan las luminarias; el iluminador maneja las consolas. El cine prácticamente es sin foro, el formato en cine sería específicamente en piso, la locación pide un tipo de iluminación para piso a diferencia de foro, prácticamente son las mismas luminarias y dependiendo del proyecto me piden el apoyo como staff o gaffer, la diferencia sería que el gaffer sería encargado de todo el staff, llevar el mando de mover de ocho a diez personas de staff.”
Para una gaffer como Viridiana es crucial el trabajo de preproducción, que le permite reconocer las locaciones y sus retos. “Una producción bien armada debe realizar scouting técnico, el gaffer tiene que ir de scouting para conocer las necesidades y saber si va a necesitar más equipo de lo que un móvil o un maxi móvil lleva”. Este scouting se realiza junto con los departamentos de producción, arte y fotografía. “Si hay una locación difícil para armar, tanto arte e iluminación hacen un pre para que esto no afecte en tiempos, se contrata a más personas que entran antes de que el staff haga los últimos detalles, en coordinación específica con producción.”
Viridiana ha apoyado a estudiantes del CCC y la ENAC, ha participado en series como Control Z de Netflix, No fue mi culpa y Rosalía, una historia de No fue mi culpa de Star.
Pero el proyecto que más orgullo le ha causado es Sin señas particulares, la película de Fernanda Valadez, producción de Astrid Rondero. Apoyando a la cinefotógrafa Claudia Becerril, sumó fuerzas a este crew de mujeres que logró hacer una película dura y amorosa, más allá de una retribución económica competente.
“Fernanda y Astrid desde el principio buscaron chicas que se dedicaran a esto. Yo no había escuchado de ellas, una amiga que conoce a Claudia Becerril dio mi nombre. Me entrevistan y creo que al principio les fue difícil soltarme esto, pero en punto mencionaron que el presupuesto era pequeño. Yo quedé enamorada del guion y sin duda no había valor monetario, pero fue una forma de retribuirles la confianza que ellas me estaban dando, y fue un sí rotundo”.
Itandehui es fotoperiodista y fotógrafa documental. Hace tres años, en un taller de cinefotografía, supo de la necesidad de conocer todas las herramientas que permitían ejercer el oficio desde la cámara. La práctica del gafferismo le pareció una disciplina necesaria y natural. “Me gusta la gaffería porque puedo saber de qué manera van a iluminar un set y voy aprendiendo, porque no tengo escuela. Es una transición que fui haciendo, pero no he dejado de hacer fotografía.”
Como gaffer ha participado en videoclips, comerciales y cortometrajes. Destaca Tlaconete, de Oriana Jiménez, cortometraje que ganó el concurso Huellas Verdes y que se grabó en Xalapa, Veracruz. “En estos meses me han estado hablando para comerciales, en los que tienes una responsabilidad más grande, porque trabajas con lámparas gigantes y a veces no he sabido del todo cómo se ponen, así que ha sido un gran desafío.”
Para Áurea el gafferismo es un aprendizaje en activo de otro oficio, la cinefotografía. También es sentirse parte de esa fuerza colectiva que logran generar, juntos, el audiovisual. “Cuando estoy en el set se trata de tirar el paro, ayudarle a quien está en fotografía, mover el equipo según sus indicaciones, encontrar esa iluminación que busca y darle ciertas observaciones.”
Mueve luces, las conoce, las cuida. “Tienes que conocer los voltios, porque, por ejemplo, nos acaba de pasar con Viri, que se volaron unas pastillas. Se trata más que nada de ayudar al fotógrafo a que encuentre la luz que quiere al momento de filmar.”
Y aunque el objetivo de Áurea es dedicarse a la cinefotografía – el mes pasado hizo la fotografía del documental Acompañantas, las brújulas ante la tempestad, de National Geographic–, quiere seguir con la actividad del gafferismo. “Es una de las cosas que me laten: cargar la tramoya, jalar cables, no tengo problema con eso, Eso también es parte del cine, hacer las cosas sin que nadie lo vea para que salgan bien.”
El gafferismo ha sido un oficio que por tradición recae en los hombres. La demanda física de cargar y jalar lámparas y cables, subir escaleras, trabajar en los saltos de gato de los foros u otros espacios más intrincados, parece reducirlo a este espacio masculino de riesgo y fuerza. Viridiana y Áurea demuestran que no hay nada más equivocado.
“Como soy mujer”, explica Áurea, “a veces piensan que no puedo cargar el equipo, que no sé poner un caimán o que no podré seguir las indicaciones.” Y convencer a una producción que ella es la indicada para ejercer el gafferismo puede ser una actividad de riesgo mayor, que iluminar una locación imposible. “Se trata de imponerse pero sin ser mala onda, porque también tienes que llevarte bien con todo el equipo.”
Viridiana aprendió esta negociación de roles y géneros desde sus tiempos en la televisión. “No fue nada fácil en un principio, me desenvolvía entre puros varones, podían hacer algún comentarios ofensivo, pero en Canal 11 tenía el apoyo de los ingenieros y ejecutivos. De un tiempo para acá ha habido más valor y respeto porque comenzamos a tomar fuerza, comienza a haber ese apoyo, más que nada entre nosotras mismas. Ahora en plataformas como Netflix o Star dejan números para que hagas denuncias anónimas, eso da la confianza de que ya existe más apoyo para nosotras.”
Además de la satisfacción que da saberse parte de una labor más amplia, como crear las mejores luces para nuestras historias:“De las satisfacciones, es que yo pude cargar con todo el equipo y moverlo a la manera en que lo pidan”, reconoce Áurea. ”También me gusta cuando una escena sale rápido, significa que lo hice bien y ya está.”