‘La huella de unos labios’ de Julián Hernández: los cuerpos que danzan en la cuarentena

¿Las pandemias pueden ser eróticas? La idea escandaliza, y sin embargo, en la reciente pandemia por el covid-19 supimos cómo el encierro extrema la imaginación, la necesidad del afecto y la urgencia de aquel otro cuerpo que extrañamos y nos motiva: el deseo, pues. 

La virtualidad funcionó como alcahueta del juego erótico, desde prácticas como el sexting, los streamings, las fotos o videos que compartían los amantes. Pero junto con el deseo estaba el riesgo y cierta pulsión de muerte: aquella persona que nos obsesionaba también podría ser portadora de la enfermedad.

Después de explorar distintas posibilidades de lo femenino en Rencor tatuado y La diosa del asfalto, en La huella de unos labios Julián Hernández explora estas prácticas eróticas y reconoce alguna semejanza con otra pandemia que ocurrió en los ochenta: el VIH y el sida, con la que en ese tiempo se estigmatizó a la comunidad homosexual. 

En La huella de unos labios ambas enfermedades se funden en una preocupación que trasciende lo sanitario: describe la soledad de los cuerpos, la ansiedad contenida desde los teléfonos celulares; el ejercicio romántico, en momentos cándido y en otros decadente, que cifra la ausencia y la necesidad del otro.

La huella de unos labios tendrá su estreno en la edición 21 del Festival Interncional de Cine de Morelia. Pudimos platicar con Julián Hernández sobre esta nueva entrega, que lo regresa a los terrenos épicos, reconocibles en su filmografía, de la experiencia homosexual. 

Hace cinco años que platicamos a propósito de Rencor tatuado me decías que querías desmarcarte de la temática homosexual; después hiciste La diosa del asfalto y ahora regresas a tus primeros intereses; no sé si lo habrá disparado la pandemia, como cuestión personal o como tema.

Hice dos películas, además de varios cortos, donde las protagonistas son mujeres. Pero me sentía apartado de las conversaciones, por todo este asunto de que las películas de mujeres las tienen que hacer mujeres. Y pensé: qué me ando metiendo en estas broncas. Recuerdo que Wieland Speck, director de la sección Panorama y fundador del Premio Teddy de Berlín, hablaba sobre el director Eytan Fox, quien de pronto sintió la necesidad de hacer otras cosas. Mencionó que Fox estaba equivocado, porque él tenía una personalidad y su cine iba mucho más allá de si era protagonizado o no por hombres. A mí siempre me rondaba esto.

Regresé a hacer películas pequeñas, con un equipo reducido, en pocos días. Primero hice un corto que se relaciona con La huella de unos labios: Dos entre muchos y regresé a los protagonistas hombres. Me interesaba la pandemia del VIH en los años ochenta. Cuando surgió el covid, encontré muchos paralelismos. Ahí surgió la idea de La huella de unos labios. El corto dura alrededor de 35 minutos y pensamos escribir una segunda parte, que las dos películas hablen sobre esta situación y que un personaje, el que sobrevive en Dos entre muchos, continúe en el inicio de La huella de unos labios. Pero pasaron muchas cosas y no pude concretar esa idea. Entonces surgió esta película, que empezó como un mediometraje y se fue extendiendo hasta convertirse en un largo.

 

Llama la atención el paralelismo entre el VIH y el covid. Algunos síntomas de tus personajes podrían parecer sida, pero están en el contexto del coronavirus; creo que trasciendes las pandemias para hablar de lo que ocurre con la comunidad homosexual cuando es asediada por la enfermedad y el aislamiento, que también ha sido histórico, social, cultural. 

Todavía recuerdo el terror del VIH, al tener la posibilidad de estar con alguien y rechazarlo porque qué tal si pasa algo. A mediados de los ochenta no teníamos idea de nada. Muchas cosas que sucedieron con el covid eran similares, el terror a no saber qué puede tener el otro, volver a encerrarse en uno mismo y temer el encuentro con otro ser humano. Es cuando se juntan estas dos pandemias, y en mi caso me interesaba que hubiera una lectura que también remitiera al VIH de los ochenta. 

Lo curioso de La huella de unos labios es que yo estaba en esa situación, todo el mundo en Playa del Carmen, disfrutando del sol y haciendo lo que nos gusta hacer, y yo solo en la oficina. En la película está un poco mi sentir de esa época de soledad. 

 

La huella de unos labios, Dir. Julián Hernández

 

Pienso que el paso de tus películas de mujeres enriqueció tu forma de regresar a tus temas. Los personajes, las situaciones, los puntos de vista han madurado. 

Sin duda, y también creo que trabajar con otros guionistas fue fundamental. Hace muchos años, en una crítica de El cielo dividido o incluso de Mil nubes, Jorge Ayala Blanco dijo que yo era más director que guionista, y siempre lo he tenido muy claro. Años después, cuando conocí a Malú Huacuja del Toro, la guionista de Rencor tatuado y que vio Rabioso sol, me dijo: Rabioso sol es una maravilla pero necesitas un guionista. Siempre me quedó muy claro que a mí me gusta que los personajes hablen, no diciendo cosas que importan, pero sí que verbalicen lo que decidí como realizador, a través del cuerpo y de la coreografía, de su relación con la cámara. 

Ha sido importante trabajar con Malú Huacuja, o con Susana Quiroz e Inés Morales en La diosa del asfalto, y después encontrarme con Gustavo, que es con quien ahora escribo. Finalmente he encontrado a alguien que comparte conmigo muchas ideas acerca del cine y que le puedo pedir cosas que yo como guionista no sería capaz de hacer. Hay mucha identificación de la sensualidad, del erotismo, de cómo entendemos el cuerpo del otro, y eso está presente en esta película. 

También es resultado de una evolución mía, pues como ser humano crecí. Y de la colaboración con otros creadores. 

 

 

Disfruté mucho los pastiches que haces en tu película. Recordé tu interés por el cine de bajo presupuesto, tipo videohome, que merodeas en La diosa del asfalto; aquí al inicio le haces un homenaje y creo que te diviertes mucho. Hacia el final también hay referentes a cierto cine distópico, el personaje con ropa de astronauta y pegotes de cinta canela parece sacado de El año de la peste de Felipe Cazals.

Mi hermano es editor y trabajó con Aurora Martínez, yo creo que la cineasta mexicana con más películas en su haber, quien ha de tener unas doscientas películas. El título de Alerta, basuras humanas, es de una película de Jorge Rivero que se llama Alerta, alta tensión, y lo de “basuras humanas” es una película de Aurora que no conozco, pero me parece impresionante que alguien pueda tener doscientas películas aunque sean videohome, y además con unos títulos increíbles, por eso me robé esto de “basuras humanas”. Estas películas de video home son importantes porque en algún momento mantuvieron vivo el cine mexicano, no sólo a los espectadores, también a los directores; además creo que hay verdaderas obras maestras. El otro día estaba en la presentación del libro sobre los Estudios América, adelante de mí estaba Gilberto de Anda que tiene buenas películas, entre ellas una que se llama Policía de narcóticos, que cada vez que puedo la veo y pienso que me gustaría llegar a tener esa solvencia. 

Entonces decidí que La huella de unos labios empezara con un actor de películas de clase B y que de alguna manera me permitiera hablar de ese cine. Y qué bien que reconociste la cita a la película de Felipe Cazals, El año de la peste, que alguna vez le dije que me encantaba y él me vio con un desprecio absoluto. 

Citar estas películas me divierte mucho y me parece muy interesante, está la de Felipe Cazals y también 4:44 de Abel Ferrara, que se  va a acabar el mundo mañana y está una pareja en un loft. La huella de unos labios tiene esta suerte de metacine, de este cine dentro del cine. 

 

La huella de unos labios, Dir. Julián Hernández

 

Hay un elemento coreográfico destacado en La huella de unos labios. Aldo hace streamings con su celular para sacar algún dinero, pero también está la escena donde baila con el celular para seducir a Román. Es un ejercicio dancístico del cuerpo moviéndose en soledad. Cuéntame de estas piezas coreográficas.

Me gusta mucho la danza, entiendo la relación entre la cámara y los actores como una suerte de coreografía. Así construyo los planos, como una relación entre ambas cosas. En mis películas la cámara nunca está como espectadora, generalmente se comunica o pretende comunicar algo. 

En este caso Mauricio Rico, el actor que interpreta a Aldo, ha hecho carrera de actuación y además estudió danza. Fue uno de los ganadoras de Ópera prima, un reality de danza contemporánea de Canal 22. Lo del Only Fans es un poco eso, la gente haciendo cosas pretendidamente sexys para provocar alguna reacción en el otro. Con Mauricio hice Los demonios del amanecer, otra película que estará a punto de salir, y también está en Cobalto, un cortometraje que estrené hace poco, y sí hay una pretensión de que el plano cinematográfico sea una pequeña coreografía.

 

Tengo la impresión de que con La huella de unos labios inicia una nueva exploración de tu cine, convoca a los jóvenes de la comunidad homosexual desde otro punto de vista. 

Hace poco hice el cortometraje Cobalto y fue una experiencia curiosa. Sentí que estaba haciendo el corto más sencillo en muchos años, una historia muy legible. Pero las reacciones de los jóvenes no fue así. Ahí caí en cuenta de que son jóvenes, que reflexionan y tienen un entendimiento de la vida, una serie de búsquedas diferentes en la manera como te relacionas con el otro, en cómo respondes a ciertas cricunstancias sociales. Son jóvenes que tienen 18, 22 o 32 años y tienen reflexiones distintas, y pues también soy yo, que tengo dudas distintas a las que tenía entonces. 

Hace unas horas estaba viendo un documental de Nora Ephron, la directora de cine, y decía que ella no hace películas de amor, sino películas en las que hay actos de amor. Eso sucede con mis películas, que ahora tienen una lectura más clara sobre el entorno social, pero que finalmente siguente conteniendo actos de amor, esta búsqueda de solidaridad y de entenderse a uno mismo a través del otro, que es lo más importante y es lo que he entendido ahora,  en mi media centuria. 

La huella de unos labios (México, 2023). Dirección: Julián Hernández. Guión: Julián Hernández, Gustavo Hernández de Anda. Producción: Roberto Fiesco, Iliana Reyes Chávez. Compañía productora: Mil nubes cine, Indomable Cine, Revolution 435. Fotografía: Ariana Romero Rodríguez. Edición: Emiliano Arenales Osorio. Dirección de arte: Miguel Ángel Tavera. Sonido: Misael Hernández Topillo, Armando Narváez del Valle. Postproductor: Víctor Velázquez. Diseño de sonido: Omar Juárez Espino. Música: Arturo Villela Vega. Reparto: Hugo Catalán, Mauricio Rico, Luis Vegas, Pocholito Tamayo, Aketzaly Verástegui, César Romero “La Sissa”, Mauro González, Pascacio López, Giovanna Zacarías.