Entrevista con Sandino Saravia, de la casa productora Cinevinay
“Tiene el sello de Gabriel Mascaro, quien está interesado en el comentario social, pero desde el lado humorístico; ahora lo sitúa hacia un futuro próximo”, explica Sandino Saravia, quien desde su productora colabora por tercera ocasión con el director brasileño. O último azul es una coproducción de la mexicana Cinevinay (México) y Desvía (Brasil), con la participación de Quijote Films (Chile) y Viking Film (Países Bajos).
O Último Azul ha sido seleccionada para la Competencia Oficial de la Berlinale 2025. “La única película hablada en portugués en competencia”, presume Saravia. Con él platicamos sobre el ejercicio de producir cine de autor, como O último azul, y de las expectativas que se tienen sobre esta nueva entrega de Mascaro.
¿Cómo es tu relación laboral y creativa con Gabriel Mascaro?
Lo conocí hace 20 años, en unos laboratorios que se hicieron en Brasil. Nos seguimos cruzando en algunos festivales y nos encontramos en 2010. Él estaba presentando Avenida Brasilia Formosa en Rotterdam y empezaba a desarrollar su primer largometraje: Boi Neon.
O ultimo azul es nuestra tercera película juntos. Las anteriores fueron coproducciones con Brasil y Uruguay; ésta es una coproducción entre Brasil y México, en colaboración con Chile y Holanda.
¿Cómo es el ejercicio de productor-gestor que realizas?
Es una relación de confiar en una visión del mundo que me interesa que se comparta. Mi trabajo es ayudar a que el director alcance su objetivo. Entender hacia dónde va y traducirlo para que esa visión se concrete: desde el financiamiento, pasando por la estructuración del equipo y llegando la distribución. Esa es la relación que tengo con Gabriel y con varios directores.
La producción en Latinoamérica de cine de autor e independiente se hace con coproducciones y fondos nacionales. Es necesario el apoyo de otros países y otros colegas. Las plataformas no invierten en esto, pues el retorno económico de estos proyectos es incierto.
Todas las películas de Gabriel han sido coproducciones internacionales. En Divino amor éramos Brasil, Francia, Chile, Uruguay, Holanda; también Dinamarca y Suecia. Son productoras están interesadas en apoyar directores que artísticamente les interesan. Mi trabajo es armar, casi artesanalmente, ese esquema financiero.
En Latinoamérica, a finales de los años 90, se instalaron fondos y subsidios que antes no había; fondos blandos que priorizaron la visión de los directores, replicando lo que hizo en Europa con sus autores. Muchos productores acompañan la visión artística de nuestros directores, y no se apoyan en visiones económicas. Eso ha hecho posible que grandes directores existan.
¿Cómo trabajas con las herramientas de financiamiento mexicanas?
Los fondos en México han permitido muchas colaboraciones. Los productores acostumbrados a trabajar con fondos latinoamericanos necesitamos certezas y cambiar las reglas complica el desarrollo de la profesión.
En los países donde hay más estabilidad, uno puede planificar de dos a cinco años qué proyectos se pueden realizar. Cuando hay estabilidad se logra cierta continuidad; cuando cambia, hace muy difícil que podamos desarrollar un proyecto.
Dos ejemplos claros de esa dificultad serían la ANCINE, que se paralizó con el gobierno de Bolsonaro. El segundo sería Argentina; desde que Milei está en el poder se ha paralizado el INCAA. Eso destroza el camino andado de los productores, corta carreras artísticas y se pierden varios años.
Sobre talento mexicano, ¿quiénes están colaborando en O último azul?
Tenemos a Guillermo Garza como director de fotografía, a Memo Guerra colaborando con la música original de la película; está Arturo Salazar como diseñador sonoro, Liliana Villaseñor como sonidista y Omar Guzmán es uno de los dos montajistas.
¿Qué les significa estrenar en Berlín?
Es la primera película de Gabriel en una competencia oficial de clase A, en uno de los festivales más importantes del mundo. Es un paso importante para la carrera de Gabriel y para todos nosotros.
También es importante para el cine latinoamericano y mexicano. En la competencia oficial de este año sólo hay dos películas latinoamericanas. Nosotros somos la única película en portugués que está en la competencia. Es bueno que hagamos presencia ahí, en un festival tan importante como Berlinale.