El padre Pablo no oficia misa pero le salen bien los números. Vive angustiado por su forma de desenvolverse como sacerdote. Es introvertido y carece de sentido del humor; mantiene una conducta sencilla y se priva de algunos gustos con tal de consolidar su fe. En esta férrea disciplina se le cruza un gran dilema: aprobar la eutanasia de su padre.
En Padre Pablo, José Luis Isoard Arrubarrena pone al frente un tema ético, la eutanasia, con los reparos propios de la religión católica y el espinoso debate sobre el derecho individual a terminar con la propia vida. Pero va más allá: Padre Pablo es un ejercicio sobre temperamentos y formas de plantarse en el mundo. Contra el padre bohemio, el ascetismo; contra el demonio y la carne, una aspiración de pureza no exenta de tormento y arrogancia.
Padre Pablo, proyecto independiente, tendrá su estreno el 4 de abril en salas de la Ciudad de México, y hacia el 11 de abril se extenderá a salas de varios estados del país.
Su director, José Luis Isoard Arrubarrena, nos platicó sobre la experiencia de crear esta película sobre la fe, la paternidad y las distintas formas de encarar la muerte y la vida.
¿Cómo empezaste a crear la historia de Padre Pablo?
Con mi equipo realizamos proyectos de bajo presupuesto. A Rafael Martínez Sánchez le propuse que interpretará al padre Pablo. Un amigo me regaló una sotana de su hermano cura. Otro amigo nos consiguió un rancho para usar como locación.
Escribimos la primera versión como cortometraje y nos dimos cuenta del universo que se podría construir alrededor del personaje: queríamos escarbar más en el duelo de aceptar que su padre ya no vivirá más.
Pensé: ¿qué pasaría si sólo vive en ese no querer que pase nada, pero lo sitúas fuera de su zona de confort? Empezamos a crear este personaje con ansiedad social, que tiene esta incomodidad todo el tiempo, un poco como yo si me quitaran el sentido del humor y solo me dejaran la ansiedad. .
En el cine mexicano se suele presentar a los sacerdotes como personajes afables o siniestros. Padre Pablo escapa de estas representaciones y es más bien una persona atormentada
Tuve una formación católica: cuando viví en Guadalajara asistí a una escuela del Opus Dei, que tiene este enfoque de regalarle a Dios pequeños sacrificios que te acercan a él.
Es la idea seudoprotestante de que el trabajo te acerca a Dios, una idea que muy fácil engancha a alguien con ansiedad u obsesivo, alguien que controla su espacio como forma de acercarse a Dios y en realidad no lo hace con generosidad, sino por ser disciplinado.
Padre Pablo no oficia misa, se dedica a la administración y los números. Es como un sacerdote eunuco.
Luego nos preguntábamos por qué se fue de padre. Por ejemplo, en el Opus existen estas personas que se llaman numerarios, que también entregan su vida a la orden y ayudan a administrar. Yo iba a una de estas casas a jugar. Era un refugio para muchos niños inadaptados; también un embudo para canalizar a algunos a la orden.
Mucha gente, como el padre Pablo, que no es una persona carismática o extrovertida, pueden irse a ese camino. Y acaba entregando su vida a la orden, aunque sea en una cosa administrativa. Al final es muy bueno con las matemáticas y jugando dominó.
¿Cómo creaste este personaje con tu actor protagonista, Rafael Martínez Sánchez?
Rafa no tuvo una formación católica como la mía y ciertas cosas no las comprendía. Sin embargo, el puente fueron las reflexiones y memorias que me compartió sobre su mamá; esto se integró al guión y a la puesta en escena.
Rafael le dio ternura al personaje, entiende su forma de controlar su espacio y acercarse a Dios. No pierde esa humanidad que se rompe. Cuando llega a un punto de quiebre se toma un vaso de leche y se come unos pingüinos, es sensible al final.
El guión quedó listo en agosto de 2020 y empezamos a grabar en octubre, los personajes estuvieron planeados y era un cast selecto. Ya una vez que estuvimos en el rancho incluso Rafa y otros actores y en general el crew completo participó en la creación y adaptación de los escenarios.
Padre Pablo se hizo en plena pandemia y hay rasgos que lo muestran; todo está aislado en la historia.
En algún momento nos dimos cuenta que esa distancia era importante, todo estaba lejos y eso aportó. La mayor parte de la historia ocurre en una sola locación y eso nos ayudó a avanzar. Dos semanas de trabajo fueron suficientes, ya que por ejemplo Galo, el director de fotografía, también participó como gaffer y más cosas. Era parte del presupuesto y el número de personas que estaban incluidas.
Tú película me remite a regiones del Bajío o del Occidente mexicano, donde ser cura tiene un peso social importante. ¿Cómo jugó el espacio en la película?
La locación es Puruagua, está en Guanajuato, muy cerca de Michoacán, es una zona rica en manantiales y un lugar que es poético por sí mismo. También es un lugar donde las personas mantienen ese dogma católico conservador puro. De hecho me generaba incertidumbre que alguien juzgara la historia, aunque debo decir que todos participaron.
El tema de la eutanasia está en el centro de muchos debates, pero me parece que en esta película es un vehículo para contar algo más: el padre y los primos de Pablo llenos de vida, mientras él está como encorsetado.
Respecto al problema de la eutanasia, entendimos que no es sencillo debatir sobre el final de una vida humana. Y supimos encaminar el problema, porque el lugar no era el medio para discutir la eutanasia, son los personajes los que sitúan la pregunta y quienes la sostienen. Y esto también favorece a Padre Pablo.
Aproveché el conocimiento y la experiencia que dejo en mí el Opus Dei y me parece que se lo pude transmitir a Rafa. Fue reflexionar que quizás romper el camino del dogma no es malo. Después tenemos al padre Rubén, que es el mentor de Pablo y lo interpreta Antonio Araiza, que tiene participación desde algunas videollamadas. Él representa la parte carismática, cercana y amistosa, de un padre involucrado en comunidad.
Junto con Rafael, pero también con Fernando Montes de Oca y otras personas de cine que coinciden en la película Una mano bajo la nieve y otras historias, han creado un equipo que ha trabajado en distintos proyectos conjuntos y que comparten ideales similares, como el cine indie y de bajo presupuesto ¿cómo describes estas alianzas?
Con quien soy más cercano es con Rafa y se siguen sumando. Por ejemplo, a José Esteban Pavlovich lo conocimos en el Festival de Morelia. Más que nada somos amigos y tratamos de ser generosos y colaborativos con todos, porque creemos en las ideas y proyectos de todos. De cierta forma es nuestro pasatiempo, algunos salen a jugar y nosotros nos reunimos a hacer cine.
Lo padre es que se juntan las manos, las ideas y las experiencias son enriquecedoras porque nos aventamos a jugar con la creatividad y lo experimental. Somos afortunados de conocernos.
Padre Pablo. (México, 2021). Dirección: José Luis Isoard Arrubarrena. Producción: Gianna Cisneros, Pía Gómez Escalante, Regina Galaz, Miguel Galo, José Luis Isoard Arrubarrena. Compañías productoras: Sopa de Piedra Films. Guion: José Luis Isoard Arrubarrena. Edición: José Luis Isoard Arrubarrena. Fotografía: Miguel Galo. Música: Lázaro Cristóbal Comala. Participan: Rafael Martínez Sánchez, Carmen Ramos, Juan Ignacio Aranda, Anton Araiza y Ana González Bello.