Salvar a Milka del agua, cortometraje de Michelle Olivares, transita de lo feérico a lo siniestro con una delicada imaginación en las imágenes, las actuaciones y la puesta en escena. Historia del asombro y del dolor de crecer, esta historia tuvo su germen en la primera edición del concurso Nárralo en Primera Persona, convocado por el Imcine.
Filmado en territorio guanajuatense, ahora participa en la Sección Oficial Guanajuato del 27° Festival Internacional de Cine Guanajuato.
Michelle platicó con nosotros de estos merodeos a la fantasía, al atisbo de la violencia y a la luz que logra escurrirse de las ramas de los ahuehuetes.
¿Cómo nace la historia de este cortometraje?
La historia nació a partir del río. El río como un cuerpo acuático que se transforma. De ser un espacio de juego y encuentro, degenera en un lugar tétrico, de muerte. Eso pasa en el corto. En el guión lo tenía menos claro, pero conforme avanzaron las versiones la historia se dividió en dos: una parte mágica, juvenil, inocente, que después se torna en este lugar oscuro y peligroso. Para mí es el descubrimiento de la propia vulnerabilidad. Laura atraviesa el umbral de la menstruación y encuentra lo que significa ser mujer en este lugar, que guarda muchos peligros.
Salvar a Milka del agua tiene que ver con la violencia hacia las mujeres, pero en su tratamiento hay elementos fantásticos. La primera parte es cercana al cuento de hadas, la segunda se acerca al horror. Un planteamiento sugestivo.
No es una historia plenamente de fantasía, sino un universo cotidiano con un elemento fantástico, que es el río. Lo que me interesa de la fantasía son los símbolos. Encuentro que puedes añadir capas de significado cuando metes este elemento disruptivo. Descubrí este río en Guanajuato, un río de ahuehuetes. Además del río están los árboles, las raíces y las formas que generan. Tomé muchas fotos de ese espacio, de día y de noche. Había algo interesante con las raíces, tenían esta cualidad antropomórfica, de día se veían de cierta forma y de noche, con cierta iluminación, tenían otro carácter diferente.
Una de las frases que trabajé con la fotógrafa, después de haber escrito el guión, era que crecer hace que te duelan hasta los huesos. Las raíces semejan esta estructura ósea, me hizo click de inmediato y se volvió en el elemento simbólico dentro del corto.
¿Cómo trabajaste con tus fotógrafos, Melissa Nocetti e Ignacio Miguel Ortiz Ortega?
Teníamos mucha noción de la imagen que queríamos conseguir. Hay una fotógrafa, Sally Mann, que sus imágenes se volvieron una referencia importante para el corto, retrata chicas jóvenes, en estas edades que empieza la transición entre la adolescencia y la adultez. Ella fotografía en formato medio y decidimos que el corto tuviera ese aspecto y esa calidad, cercana a la foto análoga.
De ahí de vino la decisión lumínica, que la primera parte de la historia suceda de día y la segunda parte noche, todo el tiempo dirigidos por el punto de vista de Laura. Nos parecía importante remarcar que todo se está descubriendo a través de sus ojos; en las escenas nocturnas el haz de la linterna se vuelve una extensión de su mirada.
También hay una cuestión en los encuadres, cuidamos mucho cómo se retrata el cuerpo femenino. Milka es un personaje fantástico, emula el tratamiento que le dábamos a las raíces; entonces hacíamos cortes incómodos en su cuerpo, una tensión que generara fragilidad, porque siento que hacia allá va el corto, a descubrir la vulnerabilidad y la fortaleza para afrontarla.
Sofía Quezada interpreta a Laura; Itza Rojas a Milka, ¿de dónde son y cómo trabajaste con ellas?
Itza es del Estado de México y Sofía de la Ciudad de México. Hicimos el casting con unas 30 o 40 chicas. Y me gustó de cómo se relacionaban, en las dinámicas de trabajo que les propuse. Sofía e Itza se juntaron muy naturalmente, la química entre ellas fue evidente, tenían confianza una con la otra, o al menos se generaba curiosidad.
Después ensayamos bastantes para que se conocieran; yo llegué a modificar muchos diálogos o interacciones a partir de cómo se llevaban. Milka reta mucho a Laura, le presiona los botoncitos y eso me gustaba. Es lo que hace la complejidad de la relación y vuelve verdadera la confianza que encuentran la una con la otra.
En la historia se menciona a Apaseo, Guanajuato, pero en los créditos finales agradeces al municipio de Jerécuaro, que habrá sido el lugar donde lo hiciste. Platícame cómo fue filmar allá.
Mi familia es de San José Aguazul, un lugar cercano de Apaseo y Celaya. El río en el que pensaba cuando escribí el guión es el río Laja, que está muy cerca de San José Aguazul. Pero el río ahora está muy contaminado, ya es un río de aguas negras, tenía bastantes años de que no iba. Fue una sorpresa ver cómo había cambiado. Fue un reto enorme, porque todos los lugares en los que confiaba filmar, ya no eran así. Tuve que buscar en los alrededores, porque me daba seguridad no salirme de cierta periferia. Mi familia me ayudó a encontrar los espacios en los que filmamos, este río de ahuehuetes que está en Jerécuaro. Tienes que atravesar unos campos de maíz para llegar a este lugar. Después, el puente fue un lugar que me recomendó mi mamá, y la casa en la que filmamos es la casa de mis tías. Era rescatar las particularidades de este lugar, para construirlas un universo cohesivo.
Presentar en Guanajuato tiene dos niveles de emoción; el primero, presentar una primera película terminada, pero también presentar allá debe revestirlo de más interés, no dejan de ser tus espacios y tu gente.
Me da curiosidad cómo va a reaccionar el público a la película, tengo expectativas. Siempre supe que quería dirigir para un sector adolescente. El corto tiene esta apuesta de la fantasía, entonces me interesa saber cómo se relacionan con el género. Como son personas de la localidad, seguramente tienen cercanía con el tema. Me resulta interesante descubrir cómo se ven. Y también es lindo, porque me da la oportunidad de que personas cercanas a mí y a mi familia lo vean. Me hace ilusión porque siento que es un espacio de encuentro, que puede generar un diálogo.
Salvar a Milka del agua (México, 2024). Direccion y guión: Michelle Olivares. Producción: Roger Gomez, Óscar Casarreal, Moisés Zamora. Fotografía: Melissa Nocetti, Ignacio Miguel Ortiz Ortega. Sonido: Julio César González Segura. Edición: Carlos Zepeda Ruíz. Música: César Mérida Aguilar. Dirección de arte: Jimena Chowell. Reparto: Sofía Quezada Amaro, Itza Rojas, María del Consuelo Camacho Romo, Luna Vargas, Dan Zapata, Elizabeth Pedroza, Paloma Michelle