Desde la leyenda de la Miringua, el director Edgar Nito propone una historia espeluznante: Un cuento de pescadores, terror folclórico que revela una actualidad de estigmas y recelos. La obsesión del pescador, la locura de un lanchero, el amor de dos amigas o la urgencia de venganza de otra chica más, crean un ambiente opresivo que solamente podría resolverse con el alcohol o las presencias sobrenaturales. La Miringua vigila a los pescadores; los públicos miramos pasmados estas historias que bien nos podrían ocurrir.
Un cuento de pescadores ha tenido un paso afortunado por diversos festivales: el Sitges Film Festival, el Internacional de Cine de Morelia, Feratum y Feciba. Es una historia de horror que, desde el imaginario michoacano, propone una nueva forma de concebir los temores que nos asedian. Edgar Nito nos contó sobre esta experiencia de espíritus lacustres con forma de hermosas mujeres.
¿Cómo empezó tu interés por hacer una historia sobre la Miringua?
Hace años fui con el guionista Alfredo Mendoza a unas cabañas en la isla de Yunuen. Fuimos ahí a escribir otro guion; ahí, una persona nos dio un libro sobre historias del lugar; son relatos orales que hizo la UNAM: uno de ellos contaba la leyenda de la Miringua.
Leíamos a las tres de la mañana y estábamos muy picados; entonces apareció una mujer de blanco en la cabaña. Se nos hizo creepy; otra señal es que se fue la luz y estábamos solos. Nos asustamos y caminamos hacia la orilla del lago, donde la luna daba más luz. Lo que seguía en la leyenda era que ibas al agua y terminabas ahogado. Le dije a Alfredo: “Regresemos, porque estamos a dos de que nos ahogue la Miringua”. Nos dio risa y susto y dijimos: “hay que escribir algo de esto”.
Después regresamos a escribirlo seriamente. Recopilamos información sobre la leyenda. Cada quien la cuenta como quiere; eso nos dio libertad de adaptarla de manera muy libre.
Las películas de horror suelen ser radiografías de sus sociedades, hablan las personas que viven alrededor del fenómeno sobrenatural, sus miedos y sus relaciones. ¿Había un tema principal en las historias que recopilabas en Pátzcuaro sobre la Miringua?
La Miringua es una leyenda creada alrededor de la lección de no tomar demasiado. Al ser una isla pesquera, en Pacanda —que es donde más filmamos— salen en la madrugada a pescar, ahí comen y venden. Después no hay que hacer más que tomar, como en cualquier pueblo chico de México. La gente se pone borracha y de pronto le parece buena idea agarrar su canoa e ir a otra isla. En la noche, con el aire y el oleaje, se puedan volcar. Esto hace que terminen ahogados.
La Miringua surge para decir: “cuídense, no tomen y naveguen”. También aparece cuando los pobladores están exacerbados por alguna pasión, cuando uno está confundido. La palabra miringua viene del purépecha y significa olvido. La leyenda habla de cuando uno se olvida de sí mismo, principalmente por el alcohol, pero en realidad te puedes olvidar de ti por una pasión exacerbada, por una mentira, un pecado o un crimen.
Eso queríamos explorar. El alcohol está presente en todas las historias, pero no es el principal detonador. Es una pequeña nota de la leyenda original, pero en realidad nuestros personajes se dejan ir por el deseo, la pasión, la locura, la ira; de ahí surgen las historias.
Vienes de Huachicolero, que en tiene una construcción formal clásica: un muchacho enfrenta desafíos y los resuelve; aquí son cuatro historias que implican un montón de personajes. ¿Qué tal es filmar este ejercicio coral?
Mientras lo escribíamos nos divertíamos con las historias. Cuando se acercaba el día de filmar, mi cinefotógrafo Juan Pablo dijo que la película era enorme. Yo le decía: “¿Cómo va a ser enorme si tenemos tres pesos para hacerla? Y él respondía: “por eso, más enorme aún”. Fue una ventaja que esos tres pesos crecieron naturalmente y se pudo hacer con un presupuesto decente. Inició con las ganas y el apoyo de la gente.
Esta carencia se volvió a nuestro favor, porque no hay mucho más que ofrecer que hacer una película chingona con amigos, en una isla donde vamos a convivir todos. Eso funcionó con el crew, pero también con los actores. Leyeron la historia y se emocionaron, todos fueron a convivir con la gente, a aprender usos y costumbres, a remar, a pescar, a llevarse algo de esa cultura y dejarles algo también de nuestra cultura, que es el cine.
Si hablamos de las cuatro historias sucediendo a la par, se logró gracias al apoyo de los actores que que viven sus personajes y que me proponen. Me gusta escuchar las propuestas de todo, no sólo actoralmente, también del equipo creativo, pues todos somos cineastas. No soy un director rígido, voy tomando lo de cada quien. Entonces fue mucho de ellos, comprometerse con sus personajes, y del asistente de dirección que creó un mapa increíble para poderla contar.
Haces una bisagra de gente muy experimentada y muchos actores jóvenes. Desde ese punto de vista estás haciendo un documento muy interesante de dos generaciones…
Queríamos que toda la isla participara. Entonces Waldo Faco, director de casting y coaching actoral se fue de avanzada con Cayetano Guzmán y conocieran gente para que fueran nuestros actores.
Estuvieron tres meses allá. Dieron un taller de actuación para encontrar los talentos que puedan aportar a la película. No encontramos al 100% de los actores ahí, pero sí a varios. Estamos muy orgullosos de que haya gente de La Pacana, de Pátzcuaro y de Morelia.
Por ejemplo, Perla es de Morelia, Bibiana de Pacanda y protagonizan con otras personas de ahí. Me gusta ese sabor real en los diálogos, en la forma de de convivir. Cuando nos dimos cuenta de que teníamos a varios de la isla, decidimos entrar con actores.
Como director me llevo el aprendizaje de una comunidad increíble, la comunidad purépecha de la región que me acogió, y a la que intenté darle la experiencia de hacer una película juntos. Ellos me dieron la experiencia de vivir con una comunidad mágica y aprender de sus costumbres.
La foto me alucinó, me gustó la alusión que haces a Goya, desde ahí estaba buscando referencias pictóricas. ¿Cómo trabajaste con tu fotógrafo, Juan Pablo Ramírez? ¿Cómo fue la relación para que consiguieran estos momentos afortunados a nivel visual?
Juan Pablo Ramírez es mi compañero de generación del Centro de Capacitación Cinematográfica y vivimos juntos cuando llegamos a la Ciudad de México a estudiar cine. Ha hecho la mayoría de mis cortometrajes, hicimos Huachicolero y ésta es nuestra segunda película. Hay un entendimiento de años; él es muy fan de películas artísticas y a mí me gustan las trasheras de terror. Hace mucho hicimos el reto de juntar los dos mundos y lo hemos ido transformando. Yo lo dejo hacer porque sé que le apasiona su trabajo y que no va a proponer algo que entorpezca la historia. Es un fotógrafo que crea atmósferas, momentos y movimientos de cámara en pro de que podamos contar lo mismo juntos. Para mí eso es invaluable.
Hay inspiración en la pintura, en la música, en las tradiciones mexicanas, en otras películas. Por ejemplo, siempre quise hacer algo con el Baile de los Viejitos porque me encanta verlo, se me hace impresionante. Esta idea estaba en el proyecto desde antes y aquí fue donde la usamos.
A la Miringua la interpreta Rubí Vizcarra, una actriz albina; hay un diseño de personaje porque es un personaje tremendamente corporal. ¿Cómo trabajaste con ella?
Las leyendas más comunes dicen que la Miringua es una mujer blanca o que viste de blanco. Platicando esto, la gente de arte nos preguntó si conocíamos a Rubí y nos enseñaron sus fotos en Instagram. Rubí tiene fotografías muy bellas, algunas terroríficas, y fue como “órale, deja le mando el guión, a ver qué piensa”. Se lo mandamos y nos respondió: “soy la Miringua”.
La llevamos con los diseñadores de maquillaje a que diseñaran algo alrededor de su corporalidad: un personaje que fuera una especie de humanoide que pudiera vivir abajo del agua, pero también afuera, que se pudiera mover en los dos universos y pudiera hacer este tributo a Goya.
El trabajo fue inspirados en su corporalidad, con ciertas cicatrices de las lanchas que pasan arriba, como pasa con algunas ballenas. Gerardo Muñoz creó este diseño, Rubí tenía aplicaciones en todos lados y tenía que estar desnuda en sus escenas: su maquillaje tomaba dos o tres horas de aplicación, tenía que salir descalza cuando hacía frío. Frente a la cámara era estar sin ninguna protección ante el ambiente. Ruby es una chulada de profesional, de guerrera, no cualquiera se avienta ese jale.
Huachicolero fue el thriller del fuego, Un cuento de pescadores es el relato de horror del agua; ¿harás la tetralogía de los cuatro elementos? Faltan el viento y la tierra.
Es una cábula que teníamos en el crew, pero la verdad es que sí quiero hacer algo con el hielo en la montaña. A mí me gusta subir el Pico de Orizaba, he ido a esos lugares y creo que ahora estaría chido hacer algo de los volcanes. Está bien pesado pero hay historias muy padres, por ahí ya traigo una en mente. No hemos pensado que sigue la tierra, pero siento que sí. Los elementos naturales me gustan y casi no me gusta filmar en foro, me encantan los paisajes y en mi tiempo libre hago eso. Me encanta conocerlos e inspirarme, de ahí eventualmente filmarlos, así que puede ser que sí haya algo por ahí más adelante.
Un cuento de pescadores (México, 2024). Dirección: Edgar Nito. Guión: Edgar Nito, Alfredo Mendoza. Fotografía: Juan Pablo Ramírez AMC. Música original: Leonardo Heiblum, Emiliano González de León, Nicolás García Liberman, Odilón Chavez. Edición: Sam Baixauli, Cruz Martínez. Diseño sonoro: Felipe Sánchez, Orlando Luna. Productores: Pablo Cruz, Enrique López Lavigne, Edgar Nito, Carlos Eguiluz. Elenco: Noé Hernández, Hoze Melendez, Perla Alejo, Bibiana Godínez, Anna Díaz, Mercedes Hernández, Andrés Delgado, Jorge A. Jimenez, Renata Vaca, Alejandra Herrera, Myriam Bravo.