‘Un lago’, de Rafael Martínez Sánchez: superficies y profundidades de la creación

Rich pasa una temporada en una casa de campo que se encuentra al borde del lago de Tequesquitengo. Desde ahí teclea, sin gran decisión, alguna historia que después podría filmar. Presencias azarosas trastornan su objetivo: una chica que lo enamora; su mejor amigo, que va y vuelve entre el alcohol y la mota; una pareja poliamorosa y sus extrañas dinámicas afectivas. Desde estas coordenadas, Rich debe replantear su mundo: indagar escenarios que lo confrontan, que podrían ser obstáculos o estímulos para forjar su vocación.

Entre el mumblecore o el coming of age, con el entusiasmo, pero también con la incertidumbre del cine independiente, Rafael Martínez Sánchez propone en su ópera prima Un lago emociones concentradas y vocaciones en suspenso: una historia que navega entre la superficie plácida y la profundidad de los miedos, los desafíos y las pulsiones creativas contenidas.  Historia minimalista, que desde su aparente sencillez convoca a las grandes preguntas sobre crear, vivir: situarse en el centro del propio mundo.

Un lago tendrá su estreno el 23 de enero, en salas nacionales. Compartimos la charla que tuvimos con su director, Rafael Martínez Sánchez.   

 

Un lago, dir. Rafael Martínez García

¿Qué tanto hay de realidad y de ficción en Un lago? ¿Rich es un alter ego, una proyección? 

La película es bastante autorreferencial. Rich vive como un fantasma pandémico y de soledad. Una soledad que también viví en la pandemia, aunque me empezó a salir más trabajo y eso permitió fondear la peli. Y sí, definitivamente hay autorreferencialidad.

Rich es una proyección de mi ego. Al final, la película es un dramedy, más comedia que drama, pero también contiene varios elementos del coming of age: un joven de treinta años que trata de cruzar ciertas barreras de ego para alcanzar la madurez: crecer, seguir adelante y dejar de perder el tiempo.

 

Tomas elementos del mumblecore de la década pasada: argumentos y diálogos desvaídos, pero un fondo en el que pasan muchas cosas. ¿Tenías esta escuela como referente?

Sí, 100%. Soy muy fan de los hermanos Duplass, de Greta Gerwig. No fue algo planeado, pero al sentarnos y ver el guión notamos que había un espíritu de mumblecore; se tomó en cuenta a la hora de ensayar con los actores y al tomar decisiones de cámara. 

Siempre trato de que exista naturalidad en los diálogos, le dimos libertad a los actores de improvisar, de cambiar los diálogos a sus propias voces. Siento que un actor puede dar una voz más particular que la que uno como escritor puede crear. 

Ese espíritu mumblecore también estuvo en la manera de tirar la peli. Fuimos un crew de ocho personas, más el cast. Ahí se sentía muy fuerte ese espíritu de cine independiente de los años dosmiles. No fue planeado pero estaba ahí, entonces decidimos ir por esa línea.

 

¿Cómo fue dirigirte como actor?¿Hay diferencias de la forma de dirigiar a los demás actores? 

No esperaba que fuera tan difícil dobletear estos cargos, pero se logró gracias al trabajo previo que tuve con Miguel Galo, el cinefotógrafo. Hicimos un storyboard muy preciso y le cedí un poco la batuta a él y a José Luis Isoard, que fue asistente de dirección y con quien meses antes hicimos Padre Pablo, donde yo actué y él dirigió. Gracias a esa experiencia nos teníamos absoluta confianza. De todas maneras, la labor de dobletear fue extenuante. 

Con Camila [Acosta], Daniela [Moranchel], Pablo [Marines], Gonzalo [Romero] y los demás actores hicimos varios ensayos para alcanzar esa naturalidad que les contaba. Usamos mucha técnica de Sanford Meisner para alcanzar esta familiaridad y tratar de que en la película no se sintiera la pluma del escritor, sino los personajes.

 

Además de dirección y actuación en Un lago haces diversos roles: guion, música, edición, producción; ¿volverías a involucrarte en tantos cargos en una película? 

Si es necesario, me involucro en varios roles. En Un lago fue así. Después del rodaje, me quedé sin dinero y al enfrentarnos a la postproducción, José Luis editó la película y yo hice la música con mi hermano Rodrigo. 

Faltaba la postproducción de audio, el mayor reto de la película. Marco Peña me dio un buen precio para hacer la mezcla. Un poco del diseño sonoro vino de Luz, una chica que trabaja con él. 

Me metí a la edición de diálogos, diseño sonoro; varias cosas que yo no tenía idea de cómo se hacían. Fue más por necesidad, no tanto porque yo quisiera.

Pero si tuviera que hacerlo otra vez, si significa llevar a la película a completarla, sí lo haría.

 

Un lago, dir. Rafael Martínez García

 

Me gustó mucho esta escena de madrugada con Rich y Chebe, dicen cosas importantes, estrujantes, también hay un ejercicio coreográfico con la cámara, a veces pierde el foco, como si estuviera tan borrachera como los personajes. ¿Cómo planearon esta escena?

Es mi escena favorita de todo lo que he grabado en mi carrera. Miguel Galo traía la cámara montada en el hombro; los dos personajes están en un estupor alcohólico fuerte, entonces era válido el fuera de foco y la cámara en mano muy movida. 

Esa noche hicimos unas diez tomas y no salía, hasta que platiqué con Camila, que estaba descansando. Ella, con esta nobleza que tienen los actores, me dijo: “acuérdate que esta película se trata de ti”. Entonces hicimos la siguiente toma y es la que quedó. También la naturaleza hizo de las suyas y empezó a levantarse el viento a la mitad de la toma. A veces uno está tirando y pasa magia: ese fue uno de los momentos más mágicos que he tirado.

 

Te entrevisté hace tiempo por tu cortometraje Silvestre, me comentaste que te gustaba sentir que agarrabas infraganti a los personajes. Para este largometraje, ¿te habrá funcionado la experiencia de Silvestre o qué destrezas se adquieren para ir de una historia de diez minutos a otra de hora y media?

Fue al revés, Silvestre la hicimos después de Un lago, pero ahora que lo mencionas, Un lago fue el prototipo de Silvestre, donde me empiezo a interesar por las expresiones del rostro humano. 

Hay un enfoque central en los actores, aun cuando Tequesquitengo, donde grabamos, es un lugar hermoso, con muchas vistas panorámicas. Incluso así, desde ahí me interesaba centrarme en las facciones y sus expresiones. 

 

Me llama la atención el vínculo que hay con José Luis Isoard Arrubarrena. Me hace pensar en cierta energía compartida en la forma de hacer cine. ¿Están proponiendo alguna propuesta independiente que no se está viendo en el cine mexicano? 

No se ha hablado como tal, pero sí lo he llegado a pensar. Cuando la gente ve nuestras películas, se impresiona del presupuesto o de cuántas personas había involucradas. Ha sido posible por esta comunidad que hemos hecho con Gonzalo Romero, también con Miguel Galo, y ahora con Camila Acosta. Tenemos el mismo objetivo de vivir de esto, sabemos que en esta etapa de nuestras carreras hacemos una inversión para llegar a eso. 

Fíjate que lo del mumblecore puede aplicar también a películas de José Luis como Padre Pablo o Una canción, en las que participé. No sé si diría que es un movimiento, pero sí creo que nuestros proyectos se van influyendo y se nutren de la creatividad que tiene el otro. 

Para otro guion que estoy escribiendo veía una entrevista de John Cassavetes; él tenía su grupo con su esposa, Gena Rowlands y Peter Falk. Ahí se siente esta comunidad; cómo al repetir películas con ellos, cada ejercicio se va volviendo más interesante. Ni José Luis ni yo estamos peleados con trabajar con alguien más; pero a su vez, es muy bonito ver cómo vamos evolucionando juntos como artistas, y que quede registrado en nuestros proyectos.

 

¿Crees que la gente está lista para ver un mumblecore mexicano? ¿Qué esperas del estreno? 

Espero que les guste y les mueva. Me río porque con José Luis, todo el tiempo aplicamos a fondos y convocatorias, y muchas veces  no nos las dan. En algún momento de crisis me dijo: “creo que nos estamos metiendo el pie con tanta sutileza”. 

Espero que el público pueda apreciar esta sutileza, es algo que ha permeado el cine que hemos hecho. En el panorama del cine comercial o de autor, uno tiene muchas ideas preconcebidas de lo que debe ser una película, y esas ideas son, al final, lo que hacen que a una persona le guste o no una película. 

Si pudiera desear algo, sería que vayan a ver Un lago con un corazón abierto, para que se abran a esa oportunidad.

 

Un lago (México, 2024). Dirección: Rafael Martínez Sánchez. Guion: Rafael Martínez Sánchez. Productores: Miguel Galo, José Luis Isoard, Rafael Martínez, Fernando Montes de Oca, Gonzalo Romero. Cinefotografía: Miguel Ángel Galo. Música original: Rodrigo Martinez, Rafael Martínez Sánchez. Edición: José Luis Isoard, Rafael Martínez Sánchez. Diseño sonoro: Jesús Gutiérrez. Elenco: Rafael Martínez Sánchez, Camila Acosta, Daniela Moranchel, Gonzalo Romero, Pablo Marines.

 

*Colaboración en entrevista: María Fernanda Ortiz Zamora