Ángeles Cruz sigue merodeando en su comunidad de Villa Guadalupe Victoria, Oaxaca, y en su segundo largometraje, Valentina o la serenidad, se adentra en sus bosques. Desde ahí crea una historia conmovedora de las formas en que se enfrenta la pérdida de un ser querido, que Valentina intenta recuperar entre lo profundo del río o lo infinito de las estrellas.
Valentina o la serenidad es una película sobre una comunidad y sus formas de asumir el duelo, pero también de una niña y los recursos íntimos con los que intenta acomodarse entre las ausencias que empieza a tener su vida. Se trata de cómo Valentina adquiere sus poderes más potentes, aun cuando sean dolorosos: los de crecer y reconocer la serenidad como una forma de refugiar en el corazón y la memoria a quien se ha querido.
Valentina o la serenidad ha sido apoyada por el ECAMC Y Focine. Tuvo su estreno internacional en la sección Discovery del Festival Internacional de Cine de Toronto, forma parte del Festival Internacional de Cine de Morelia 2023, obtuvo nominaciones para los premios Ariel por Coactuación Femenina, Guion Original y Revelación Actoral. En septiembre de 2023 tendrá su estreno en salas comerciales.
Platicamos con la directora Ángeles Cruz sobre este segundo largometraje, esta nueva emoción de historias desde la comunidad de Villa Guadalupe Victoria, Oaxaca.
En Valentina o la serenidad hay elementos autobiográficos, pero también una reelaboración hacia la ficción, ¿Dónde está la frontera entre ambos territorios?
La parte autobiográfica radica en que yo fui la niña que vivió ese duelo, junto con mi hermano Cuitláhuac. La experiencia de perder a mi padre a mis nueve años me impactó enormemente y cambió mi perspectiva del mundo. En 2020, debido a la pandemia, volví a sentir un miedo tremendo de perder a un ser querido. Este sentimiento se convirtió en el leitmotiv para escribir el guión de Valentina o la serenidad.
Pero los personajes son inventados: con elementos de mi experiencia creo a Valentina y Pedrito, dos niños que descubren la ausencia, enfrentan el dolor, el coraje y el miedo, y al final asumen que la vida continúa. Es el génesis de Valentina o la serenidad.
Tu anterior película, Nudo mixteco, es la gran convocatoria al pueblo. Veo la plaza, calles, los camiones que llegan y van. Aquí escogiste las afueras de Villa Guadalupe. Hay bosque y casas apartadas. Parece que extendieras al pueblo cuando buscas en sus afueras y cuentas las historia de sus orillas…
Muchas partes de Guadalupe Victoria están en el bosque, hay casas donde viven mi primo, mi sobrino y más gente, con sus ranchitos. Un viaje paralelo en Valentina o la serenidad era adentrarme en esos lugares, escuchar el río y observar la naturaleza. El bosque lo he recorrido desde que nací, no sólo para jugar o recoger hongos con mi papá, también para caminar con la lluvia y pasear por la noche. Valentina representa ese reencuentro con el bosque y la naturaleza, desde el juego, la apreciación y la nostalgia.
Para muchos que venimos de comunidades, el bosque está cercano, basta con salir y caminar para estar rodeados de árboles. Pero para quienes viven en la ciudad, ir al bosque implica planear y emprender un viaje. Eso también es Valentina...: invitarnos a acompañarla en su descubrimiento de la naturaleza, del dolor y del acomodo de la ausencia.
En la fotografía de Valentina… hay una atención en las texturas: insectos, cortezas; las comisuras de los labios del padre muerto. ¿Por qué estas elecciones?
Cuando era niña y necesitaba lentes, me acercaba a los árboles y hojas para ver las nervaduras. Para mí era un viaje de apreciación, nostalgia y conexión. Desde que escribo el guion vienen marcadas estas imágenes.
Luego, discuto esto con mi director de fotografía, Carlos Correa, con quien ya había trabajado en Arcángel y Nudo mixteco. Me encanta cómo él se deja permear por la propuesta que le hago. Al final de este trabajo conjunto obtenemos una visión amplia y certera de cómo queremos contar la historia. Carlos se convierte en esa mirada. Él no impone su punto de vista por encima de la historia, deja que la historia hable.
En tu cine se entrelazan lo individual y lo público. En una escena mandan a llamar a la mamá de Valentina a la escuela. Frente a los compañeros hablan de sus problemas, como en aquella escena de la asamblea en Nudo mixteco, que tratan los dilemas del personaje de Noé Hernández. La comunidad es testigo y parece un coro trágico que acompaña el proceso de la niña.
Es bastante inconsciente de cómo son nuestros procesos comunitarios. Muchas decisiones que parecieran individuales, las tomamos en colectivo. Es parte de nuestra cultura y hasta ahora que lo dices, pienso: 'claro'. La medicina, por ejemplo, es otro ámbito colectivo. Llevan a Valentina a un doctor, les dice que no tiene nada, ahora vamos a la medicina del alma. Llevan a gente importante para la niña al lugar donde tuvo el accidente su papá, donde está perdida su alma.
A lo mejor en otras culturas resuelven el proceso por el que pasa Valentina con terapia, una fiesta o rituales. Nosotros lo hacemos con silencios. Para mí era importante entender que vengo de una cultura donde se habla poco y donde las cosas se entienden de otra manera. Todas las culturas tenemos distintas formas de acomodar el alma, pero todas las personas que pierden a un ser querido atraviesan los procesos de acomodamiento ante la ausencia.
Sobresalen Danae Ahuja y Alexander Gadiel, quienes interpretan a Valentina y Pedro. ¿Cómo llegaste a ellos y cómo trabajas con ellos?
Empecé con un taller de escritura libre, abierto para todas las niñas y los niños de la comunidad. Quería observar su proceso de creatividad e imaginación, no necesariamente relacionado con el cine. Empezamos a escribir desde cero, exploramos poesía, cuentos, novelas e historias.
Luego los invitamos a otro taller de juegos, para ver cómo se relacionaban entre ellos. Desde ahí seleccionamos a tres candidatas para el papel de Valentina y tres para Pedro.
Yo ya había trabajado con Alexander en Nudo mixteco, es disciplinado y le gusta ensayar. Danae fue ganándose el papel desde un proceso riguroso. Es muy lista, al principio estaba retraída porque no es de Victoria, sino de un pueblo vecino, pero poco a poco se integró y se soltó.
Danae es impecable. Cumplía con las tareas que le dejaba y aprendía los textos que le asignaban, incluso los que estaban en mixteco, aunque ella no habla la lengua. Acudía con su abuelita para ensayar y siempre llegaba preparada. Tenía un hambre impresionante de aprender, eso la hizo florecer en el proceso.
Me gustó el diseño de personaje de Valentina: la capa, el sombrero vaquero o el gorro tejido en otro momento de la historia. Si quisiera traducirla a cómic, meme o sticker, tendría mucho material. ¿Qué me puedes platicar acerca de esa creación?
Esta película comenzó con la idea de hacer un cómic para la niña y empezamos a imaginar cómo sería. Participaron Claudia Salgado en el vestuario, Mily Espíritu en el maquillaje, Javier Espíritu y Dinazar Urbina en el arte. Todo el equipo sumó para lograr el aspecto de Valentina.
Para mí, definitivamente, Valentina lleva una capa. Se pone el trapo que encuentra, y con su capa tiene superpoderes para conquistar la naturaleza. A Danae le gustan sus trencitas. Tomamos en cuenta sus preferencias para elegir su ropa, es una niña que ha crecido en el campo, sin imposiciones.
En este proceso, el equipo de producción también ha sumado ideas. Tenemos una niña que se siente libre con la ropa que escogió, incluso cuando usó prendas prestadas para la película. Cómo portarla también fue una decisión conjunta. Es una creación colectiva, donde cada persona que forma parte de la película aportó su visión y talento para dar vida a Valentina.
Cuando vi a Valentina encima de una llanta con la noche estrellada, pensé: “Este es un póster de película de Spielberg, o de cualquier director del mundo". Algo que experimenté con Valentina… es que, además de contarme una historia de la comunidad, también muestra una historia poderosa. Es cine de comunidades, pero con visiones universales.
El lenguaje cinematográfico es universal, son herramientas técnicas. Tienes que conocer esas herramientas y usarlas a tu favor. En ese sentido estás creando imaginarios con lo que ves en tu mente. Mientras comprendas el lenguaje, más podrás reconstruirlo, retarlo y proponer lo que desees. El cine es un lenguaje que te permite conectar con una sensación, un duelo compartido, o una historia fragmentada.
Yo soy meticulosa con el estudio de los encuadres, pero después me dejo sorprender y juego con ello. Por ejemplo, la escena de la llanta estaba en el guion, pero yo la imaginé en un árbol. Al llegar a la locación, nos dimos cuenta que el árbol no era adecuado para la escena, pero había una llanta tirada cerca. Pensé: “Esa llanta es mi caballo”. Recordé que yo de niña jugaba en una llanta, entonces decidimos usarla. La llanta se convirtió en el caballo y el escondite de la niña, y después viene la reflexión de ella con la noche y la bruma.
Aprender el lenguaje cinematográfico implica jugar con él desde lo que somos, nuestro barrio o nuestra comunidad. Lo que debemos evitar es que el lenguaje nos domine, queremos que conecte con lo que queremos transmitir. ¿Qué imagen soñamos, cómo la vivimos, qué permanece en nosotros? Son fragmentos de memoria que vamos compartiendo a través de la película.
Construyes tu filmografía desde Villa Guadalupe. Es como pensar en Macondo de García Márquez o en Santa María de Onetti, quienes lograron que su región se convirtiera en su tema. Me pregunto si tu comunidad seguirá siendo ese espacio donde germinarán futuras creaciones.
Me gusta hablar de mi entorno. Me gusta ser crítica como en Nudo mixteco, mostrar lo que arrastramos como comunidades, sus actitudes misóginas y machistas.
Pero en este caso, es explorar los silencios de la naturaleza. Me gusta compartir mis extractos de memoria, flashazos de recuerdos. Todo parte del lugar donde me desenvuelvo.
A veces transito entre la comunidad y la Ciudad de México por cuestiones laborales, y aunque conozco la ciudad, siempre he pensado historias conectadas con ambos lugares. Tengo una historia que habla de eso, de lo que somos cuando venimos aquí, cómo creamos nuestra comunidad dentro de esta urbe. Me encanta esta ciudad por el acceso a ver y escuchar mil cosas. Pero seguiré construyendo desde lo que soy, lo que veo y lo que me importa.
Es compartir la parte humana. Que en mi caso, es la comunidad de donde vengo.
Valentina o la serenidad (México, 2023). Dirección: Ángeles Cruz. Guión: Ángeles Cruz. Producción: Isis Ahumada, Ángeles Cruz, Myriam Bravo. Compañías productoras: IMCINE, Ángeles Cruz, On Post Films. Fotografía: Carlos Correa R. Fotografía acuática: Iván Hernández. Edición: Felipe Gómez. Dirección de arte: Javier Espíritu, Dinazar Urbina. Sonido: Loretta Ratto. Diseño sonoro: Rodrigo Castillo Filomarino. Música original: Alejandra Hernández y Rubén Luengas. Diseño de vestuario: Claudia Salgado. Diseño de maquillaje: Mily Espíritu. Postproducción: Miguel A. Bolaños S. Corrección de color: Alex del Pilar S. Reparto: Danae Ahuja Aparicio, Myriam Bravo, Alexander Gadiel Mendoza S.