Estas historias renuevan los temas y los universos ya reconocible de Ángeles Cruz. Sus cortometrajes La tiricia o cómo curar la tristeza (2012), La carta (2014) y Arcángel (2017) anunciaban personajes, calles, preocupaciones, comidas, hazañas, asunciones de una comunidad que vive en la tensión de los usos y costumbres y la exploración de la violencia, la sexualidad o la modernidad. Con Nudo mixteco culmina esta década de hallazgos y lo hace con una maraña de motivaciones, retos, emociones: “como dicen en Oxaca, enredamos hasta el queso”, avisa la directora.
Nudo mixteco, primer largometraje de Ángeles Cruz, estrenó en el Miami International Film Festival, y ha tenido un paso exitoso en San Diego Latino Film Festival, ganó el premio del Público en el Festival de Cine de Las Palmas, el Premio de la Crítica del Jurado en el San Francisco Films, y el Canvas Award en el Mooov Films, que permitirá la distribución de la película en el área de Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo.
Nudo mixteco es parte de la sección Ahora México del Ficunam 12.
Del cortometraje me encanta la contundencia que puedes tener en poco tiempo; con una película como Nudo mixteco les decía a mis productoras: “¿me alcanzará la energía? Porque con los cortos tengo energía para una semana y termino agotada”.
Nudo mixteco fue un proceso largo de trabajar con actores de mi comunidad, llevar antes a los actores de la ciudad —Noé, Sonia, Myriam— para trabajar con sus familias, empatar la energía. Fueron cuatro semanas y media. Y pues feliz de que me alcanzó la energía para hacerlo.
La verdad es que así funciona mi cabeza, de manera caótica, se me mezclan los recuerdos, empiezo una historia y se me impone otra y regreso a la primera. Surgió de manera entrelazada, como ir bordando, metiendo un hilo y componer otro entramado pero no lograba un clímax potente.
De hecho la historia estaba más enredada pero hubo gente que no entendía nada, entonces tuve que meter estructura. A la hora de analizar el guion en un taller me dije: “híjoles, creo que está como dicen en Oaxaca, que enredamos hasta el queso”. Después lo fui soltando para hacerlo más comprensible. Jugué con la estructura cuando ya tenía completo el guión, pero en su origen era entrelazada.
Sales de tu comunidad y siempre queda la añoranza, crees que el tiempo se detuvo cuando saliste. La sorpresa es que todo se modificó, entonces enfrentas lo que dejaste pendiente, tus propias cuentas. Hay quienes nunca aprendemos a enfrentar las cosas y decidimos caminar por otro lado, hay gente que se aguanta, decide no moverse, y para mí de eso iba.
También de ese pequeño espacio que existe en la toma de decisión de las mujeres. Mis personajes femeninos tienen un pequeñísimo espacio donde deciden qué sigue con sus vidas. No es que cambien, asumen la decisión y para mí es este retorno trastocado con la añoranza y con el punto de inflexión de decidir. Como un truco de magia: girar la tuerca y se acomoda de otra manera el mundo.
En todas las historias hay una gran desesperanza, donde la decisión que tomaste no te va a dejar contento. En la primera historia María decidió abandonar a Piedad pero regresa a remover la tierra y vuelves a dejar todo pisoteado; la historia de Esteban y Chabela juega más con los tonos del pueblo, es lo que pasa en las asambleas de mi pueblo: estamos enfrascados y enojados hablando de algo y de repente sale un comentario donde nos botamos de risa.
Finalmente, la historia de Toña se sigue repitiendo, del 100% de mujeres que conozco por lo menos 80% ha sido agredida sexualmente por una persona cercana a su familia y me parece patético que haya un silencio cómplice de todos. Hay que nombrarlo, hay que decir “te voy a cortar la verga” porque hay que decirlo. Yo no analizó nada cuando estoy escribiendo, cuando me alejó empiezo a ver que todavía me tiene agarrada esa historia que en La tiricia no solté, sigue comiéndome la cabeza. Es un tema que me sigue preocupando, entonces sentí que necesitaba ese grito al final.
En mi pueblo, con la cosecha, escoges la mazorca más bonita y la guardas, para que sea la primera semilla que siembras el año siguiente. Eso es el guion. Hay que alimentarlo, esto no quedó bien, aquí estoy exagerando, esto no tiene que ver con lo que quiero contar. Es el primer contacto con la naturaleza; cuando la ves madura, hermosa viene la directora y es como cuando te comes la mejor tortilla, sabes que ahí está la semilla. El guion es el momento primigenio de la historia, desde ahí ya estás pidiendo cosas en la dirección, ya estás evocando imágenes y sonidos.
El trabajo de dirección siempre lo hago acompañada: me gusta tallerear con la gente que va a participar, con los niños, las personas adultas, trabajar con mi fotógrafo, habitar las locaciones, que se te quite la mirada de fuera. Me divierte llegar al set y hacer ajustes a tus actrices, el último detallito; cuando empiezas con esas cosas eres una directora de orquesta, empiezas a tener el oído y la sensibilidad para escuchar a las otras y a los otros.
Mi primer pitching es en mi comunidad, si los convenzo ya puedo hacer el proyecto. En el caso de Nudo mixteco expuse que quería hacer una película pero no como los cortos; antes venía una semana, ahora será un mes y eso implica que cambie la rutina de la vida comunitaria: durante el rodaje habrá espacios públicos cerrados, no van a poder hacer ruido, ser muy claros de lo que implica para nuestra vida comunitaria.
Después, toda la comunidad se integra al proyecto. En los departamentos de arte, fotos, vestuario, en la cocina, en la seguridad están implicados todos y hay gente que ha ido ascendiendo porque ha ido aprendiendo a hacer los oficios del cine. Mi comunidad es mi mejor set, voy con los ojos cerrados porque sé que siempre alguien me salvará el pellejo. Me pasó en La tiricia: necesitaba un campo de flores y tres días antes hubo una helada que lo marchitó. Me avisaron al día siguiente, volteo con mi hermano, que estaba siendo ayudante en las locaciones, y le digo: “Pues no sé cómo le vas a hacer, yo para mañana necesito un campo de flores” y seguí desayunando. Al otro día había un campo de flores: habían ido a recoger flores a otros pueblos y las había sembrado. Ésa fue una de las primeras pruebas de con quién estaba trabajando. La comunidad para mí es eso.
El arte nos toca a todos y algunos nos pasamos de largo, pero todos tenemos ese gusanito. Hay una anécdota buenísima: tengo un apodo en el pueblo, me dicen Topo porque me escondía en los hoyos de los árboles, entonces llega un chamaquito de diez años y me dice: “Oye tía Topo, ¿tú qué haces? Porque yo veo que el Carlos carga su cámara, la Lola mueve las camionetas, el Raúl hace el café, pero a ti no te veo hacer nada: te acercas, nos dicen chistes, te pones a ver la telecita y aplaudes y ya..” Le explique: “Un día me puse a escribir una historia, esa historia se empezó a mover y junté dinero para hacer una película. Ellos están contando esa historia que un día se me ocurrió y yo los coordino.” Me dice el niño: “Tú eres la jefa”. ”No, no soy la jefa, entre todos hacemos la historia.” “¿A poco si escribo una historia ya voy a ser cineasta?” Le dije: “Pues sí, si escribes una historia puedes hacer una película.”
Entonces surge la inquietud: como yo lo hago y soy de la comunidad, ven que es fácil y posible, lo podemos hacer cualquiera de nosotros. Esa cosa es maravillosa.
Aún no. Estoy deseando que la estrenen en mi pueblo y me critiquen todo lo que me tenga que criticar, darme sus opiniones, poder reírnos de nuestras propias tragedias. Estamos esperando cerrar con broche de oro allá.
Nudo mixteco (México, 2020). Dirección: Ángeles Cruz. Guion: Ángeles Cruz. Fotografía: Carlos Correa. Edición: Miguel Salgado. Música: Rubén Luengas. Sonido: Pablo Tamez Sierra, Rodrigo Castillo Filomarino. Producción: Lola Ovando, Lucía Carreras, Víctor Velázquez. Productora: Madrecine, EI2 Media. Reparto: Aída López, Eileen Yáñez, Sonia Couoh, Noé Hernández, Myriam Bravo, Jorge Doal. Hablada en mixteco y español.