Con la intención de encontrar la luz más pura y capturar uno de los fenómenos más extraordinarios: las auroras boreales, José Emilio Ramos se lanza a lo desconocido y descubre los lugares más recónditos de Alaska, donde las noches parecen ser eternas y las condiciones climatológicas para la vida son extremas.
A través de los cielos del Polo Norte, que permanecen intactos a la contaminación lumínica de las civilizaciones humanas, el cineasta y fotógrafo mexicano reflexiona sobre su rol en este universo, en el que somos diminutos y fugaces, y crea conciencia sobre la belleza natural que nos rodea y que debemos preservar a toda costa para seguir existiendo.
En 2012 estudié ciencias de la comunicación, dentro de mi carrera había varias materias de cine y fotografía, que me fueron encaminando a la realización audiovisual. También, cuando tenía 15 años, tomé un curso extracurricular de fotografía; en aquellos años la fotografía digital reflex profesional era muy cara, y por eso me incliné a estudiar fotografía análoga.
Tiempo después, en una materia de la carrera, nos pidieron una cámara y mi papá me ayudó a comprar mi primera cámara reflex digital. Miré tutoriales en YouTube para saber qué podía hacer con ella y así entré al mundo de la fotografía digital profesional.
Encontré un trabajo de time lapse, esta técnica en la que se va tomando una foto y después otra y otra, con una secuencia determinada, y al final obtienes un video con la secuencia de fotos que sacaste. Ahí me di cuenta que con la reflex yo podía hacer producciones de calidad visual compleja.
Al inicio de mi carrera quería hacer producciones con calidad 4K o definición IMAX, pero existían muy pocas cámaras que podían grabar con esa calidad en tiempo real, y además eran inaccesibles para mí.
Me empapé de producciones que utilizaban el time laps. Vi un video de Tom Lowe, una eminencia en esta técnica, y desde entonces fue mi principal inspiración, sobre todo porque ví que teníamos el mismo equipo y que con él realizaba producciones increíbles, con muy bajo presupuesto.
Esta técnica se basa mucho en la astrofotografía, que es otro campo y tiene diferentes subcampos, me interesé en la “astrofotografía de campo amplio”, donde se incluyen objetos terrestres en las tomas. Empecé a practicar y un año después tuve mis primeros resultados positivos.
Para la astrofotografía hay que irse lo más alejado posible de la contaminación lumínica. A algunos les puede parecer tedioso o difícil, pero para mí era una de las principales motivaciones: explorar, viajar y salir de casa.
Imaginé que era viajar a Alaska era caro y lejano. Hasta que me cayó el veinte de que Alaska forma parte de Estados Unidos y que viajar allá es más barato que ir a países nórdicos de Europa. Me costó 600 dólares el vuelo redondo y cuando vi que tenía la posibilidad económica me lancé.
Un amigo me prestó una cámara más profesional, también Canon Reflex y aparte me llevé la que ya tenía, ese viaje fue en diciembre de 2013. Capturé escenas de auroras boreales que después se convertirían en la base del documental.
Debo admitir que no tenía la intención de hacer un documental, yo sólo quería ver las auroras, fotografiarlas y, si tenía suerte, hacer unos time lapses. Pero pasaron cosas interesantes; hice un gran amigo mientras viajaba allá, que conocía los lugares más remotos y él se volvió el guía y facilitador para que pudiera filmar.
Mi amigo me comentó que si quería capturar mejor las auroras boreales tenía que ir en marzo, más cerca del equinoccio de primavera. Así que regresé con la clara intención de filmar escenas para el documental.
Al principio mi idea era que sólo hubiera música e imágenes de la naturaleza; sin embargo, después de ver el trabajo de muchos maestros del time lapse, me vino la idea de escribir un guion y, posteriormente, grabar a un narrador en el estudio.
No quería hacer un documental como Discovery Channel, explicar qué son las auroras boreales ni nada de eso. Yo quería contar mi experiencia del viaje, escapar de la luz para perseguir la luz, huir de la contaminación lumínica para poder percibir la luz natural de los cielos nocturnos. Ese fue el motivo, encontrarme en lugares lejanos, fotografiar un fenómeno lumínico natural que únicamente pasa de noche.
Otra meta no textual que había con el documental era la intención de crear conciencia de la belleza natural que existe en el mundo. Muchas veces, la forma más directa de llegar a una persona es mostrarle la destrucción que ha causado el ser humano, pero otra forma es mostrarle lo bello, no siempre tienes que hacer un cine denunciante o amarillista para crear conciencia.
Entiendo que hubo un entrenamiento para tomar ciertos espacios, pero imagino que estar allá, plantado frente a este evento, te pide ciertas destrezas que quizá no esperabas, ¿cómo fue estar en esos sitios y filmar algo que valiera la pena?
El primer obstáculo al que había que prepararse era al frío, estamos hablando de temperaturas de -40°C. En un clima como este se te congelan las ideas, empieza a fallar tu mente y todo lo procesas muy diferente.
Yo nunca había visto nieve en mi vida, no había estado en lugares con temperaturas bajo cero y lo único que pude hacer fue leer un chingo sobre cómo prepararse para la nieve y el frío. Lo primero que aprendí es que necesitas varias capas, no tanto que te pongas una chamarra super especial, sino que te pongas una camisa de poliéster abajo, después una de franela, después otra chamarra impermeable, después una pluma de ganso, otra de material sintético, etcétera. También aprendí que debes evitar mojarte porque cualquier prenda que se moje se va a congelar.
Otro obstáculo fue proteger al equipo de la nieve y el frío. Las pilas en estas temperaturas se drenan, si una pila en condición normal te da 2000 disparos, en el frío apenas te da 400, y eso con suerte. Así que llevaba varias pilas cargadas para mantener la continuidad de los disparos.
Aparte, el time lapse requiere configurar el equipo de manera perfecta, porque cualquier error en un solo de los cuadros puede mandar toda la secuencia al traste. Ese también fue un reto grueso, configurar el equipo mientras te mueres de frío, en medio de la nada y sin un rayito de luz, se transforma en una actividad muy diferente a lo que es la fotografía en condiciones normales.
Los tripies se congelan, tanto la fibra de carbono como el aluminio absorben el frío, y cuando los agarras con las manos desnuda te quemas. Tienes que desarrollar la destreza para manipular el equipo con estos guantes que nada más te dejan las yemas de los dedos descubiertas.
Giro polar marca un precedente en el campo del documental de naturaleza, porque está hecho prácticamente por una sola persona. Así que me gustaría escribir una especie de manual para el fotógrafo de naturaleza, que aborde muchas cosas: cómo vestirse, cómo prepararse, cómo empacar tu equipo, cómo cargar las cosas para no lastimarte y mucho más que fui aprendiendo en el camino.
En 2018 me fui a Islandia a grabar material y hacer lo mismo que hice con Giro polar, pero ahora sin repetir los mismos errores y tratando de hacer mejores tomas. También pude ir con un asistente que había estudiado fotografía.
Ese será mi próximo proyecto: un documental, aunque no estoy seguro si seguirá el mismo formato narrativo o si esta vez simplemente habrá música e imágenes, e incluso aproveché mi estadía allá para entrevistar a una historiadora que conoce mucho sobre las sagas y la cultura nórdica de Islandia. Ella me contó varios cuentos de la mitología nórdica y pensamos que puede ser el eje narrativo del documental.
*Redacción: Luis Felipe Maceda.
Giro polar (México, 2020) Dirección: José Emilio Ramos Gómez. Guion: José Emilio Ramos Gómez. Fotografía: José Emilio Ramos Gómez. Producción: Iván Espinosa Luna, Manuel Gálvez Cruz, Justin B. Allen, José Emilio Ramos Gómez. Productora: Ocho Venado Producciones. Edición: José Emilio Ramos Gómez. Música: Arcadio M. Lanz. Sonido: Enrique Fernández Tanco.