‘The infinite race’ de Bernardo Ruiz: correr por moda, correr para sobrevivir

Bernardo Ruiz es de origen guanajuatense pero desde niño vive en Estados Unidos. Esta dualidad entre ambos países devienen campo de batalla en sus documentales: en su primera película, Reportero (2013), acompaña el trabajo periodístico del semanario Zeta de TIjuana; en Kingdom of shadows (2015) siguió la ruta del narcotráfico desde un agente del departamento de seguridad de Estados Unidos; en Harvest season (2019) revisó la inequidad de los migrantes mexicanos en el sofisticado espacio de los vinos prémium de Sonoma y Napa.

 

Ahora explora a las comunidades rarámuri y ese legendario don de velocidad y resistencia que les ha creado gran prestigio en el mundo. Pero este prestigio los contrasta con una comunidad de corredores norteamericanos que en su admiración por ellos, son incapaces de reconocer el contexto de marginalidad, pobreza e indefensión en el que viven.

 

Para unos correr es deporte; para otros es sobrevivencia. De eso trata The infinite race.

¿Cómo llegaste a la historia de los corredores rarámuri?

Encontré una nota que apareció en el Texas Montlhy, “The Drug Runners” de Ryan Goldberg, habla de la influencia del narcotráfico en las comunidades rarámuri, de ahí surge la idea de colaborar con él y hacer esta película.

 

The infinite race inicia con el asombro por la capacidad de los corredores rarámuris pero llegas a otro lado más amplio, que tiene que ver con la apropiación cultural. ¿Cómo creas la estructura de tu historia para llevarnos a ese terreno donde asientas tu discurso? 

Me gustan las películas de Robert Altman, donde hay una multitud de perspectivas en contención. Ese ingrediente nos acerca a la vida real. Pude haber hecho un retrato romántico de los rarámuris pero no pertenezco a su comunidad, no tengo derecho de narrar una historia desde el punto de vista de un mestizo, méxico-americano. Con mi vida entre los dos países me interesa el campo de batalla entre las dos culturas, esos choques mal entendidos: la arrogancia de algunos norteamericanos, que vienen con una visión de hacer una carrera en Chihuahua, y por otro lado los rarámuris que buscan sobrevivir y mantener sus tradiciones. En este lugar hay tierra fértil para una narrativa. 

La experiencia de entrevistar a los rarámuris debe ser más cómoda que entrevistar a la parte estadounidense, ahí tienes una visión que puede chocar con sus expectativas. ¿Cómo fue tu experiencia de hacer la historia acá y allá?

En Estados Unidos hay una visión sobre México y el mexicano que es muy folclórica y romántica: o una especie de infierno violento. Entonces me interesaba escarbar en esas opiniones. Había cosas culturales que no entendían los organizadores del Ultramaratón Caballo Blanco, ellos querían hacer algo positivo para la comunidad pero no entendían los contextos. Ahí era lo que me interesaba profundizar a través de las entrevistas con los organizadores norteamericanos.

 

The infinite race problematiza de manera específica temas que se discuten ahora en las academias, los antropólogos y los activistas, conceptos como la occidentalización o la apropiación cultural. ¿Había intención de participar en esta discusión?

Lo que puedo aportar es complicar las narrativas porque hay una versión de esta película que es un retrato romántico de la comunidad rarámuri, que a nivel de producción podría ser muy pulido y bonito; por otro lado habría una película sobre los corredores norteamericanos y sus aventuras, esto sería una película que podríamos ver en ESPN. A mí me interesaba más que pasa si complicamos esas historias, las entrelazamos y hacemos un retrato de las maneras en que nosotros, a pesar de las buenas intenciones, podemos generar daño. 

¿Han visto este documental las comunidades rarámuri o los corredores estadounidenses? ¿Cómo han sido sus reacciones? 

He compartido este trabajo con miembros de la comunidad rarámuri, sobre todo con Irma Chávez, la participante que vemos en la película, me ha dicho que le gusta este juego de perspectivas; queremos hacer una proyección en Chihuahua, junto con Silvino Cubesare, tengo esa duda de cómo será visto por algunos miembros de la comunidad. En cuanto a los norteamericanos, donde habrá la reacción más fuerte es por parte de Christopher McDogall, quien escribió el libro Nacidos para correr. Con él tomé la decisión de no entrevistarlo, sólo buscar material de archivo sobre él. Tomé la decisión de no entrevistarlo para jugar con lo que él hizo con los rarámuris en su libro, donde él dibuja con poco detalle las experiencias de la comunidad rarámuri. Entonces, como una especie de juego estilístico, no sentí la necesidad de entrevistarlo. Si habrá una reacción fuerte creo que de ahí vendrá.

 

Es interesante esta decisión de no entrevistarlo, de alguna manera también es una postura política…

Trato sus entrevistas y su material con respeto, mantengo el sentido de lo que decía, pero no sentía la necesidad de darle más espacio de lo necesario.

 

La virtud de The infinite race es que no intentas apropiarte de la voz de los rarámuri, no hablas de ellos sino junto a ellos, asumiendo que tampoco eres parte de su comunidad.

Yo me hice esta autocrítica en las entrevistas. Por ejemplo, le preguntaba a Irma qué debía o no decir. Ellos tienen una palabra que tienen para los de fuera, los chabochi, Irma me decía: “pues chabochi, si vienes con respeto y con humildad, puedes tener una conversación” A final de cuentas no siento que tengo derecho a narrar una historia sobre ellos, más bien examinar ese espacio donde hay un conflicto.


The infinite race (México, 2020). Dirección: Bernardo Ruiz. Producción: Bernardo Ruiz, Andrea Córdoba. Fotografía: Victor Tadashi Suarez. Edición: Flávia de Souza.