Hay una abuelo agricultor y una nieta cineasta. Hay un terreno que los vincula pero también crea distancias: Valentín podría ser el último sembrador de la familia, con él desaparecería un universo de saberes vinculados a la tierra, la lluvia, las semillas, el influjo de la luna.
Tania, la nieta, promete registrar con su cámara lo que ocurre con esa tierra; recuperar, hasta donde el cine lo permite, una cosmovisión de siembras y cosechas, de temporales y de un árbol solitario que queda como último testigo. Pero en el proceso de filmar se agregan la madre, la abuela, amigos, más nietos. Titixe inicia con un abuelo y una nieta, termina insinuando el esfuerzo de toda una comunidad.
Titixe (2018) ha ganado reconocimientos en todo el mundo. Ahora es su momento de mostrarse ante el público mexicano, en la Cineteca Nacional y otras salas del circuito cultural mexicano.
Titixe de Tania Hernández Velasco estrena el 23 de julio en Cineteca Nacional y otras sedes de la República gracias al apoyo de Cedecine.
Existe el tópico de que los documentales son personales; en este caso es cierto, es personal y familiar, involucra quién eres y de dónde vienes, ¿cómo empezaste este proyecto?
Nace por una semillita personal, íntima; es el cumplimiento de una promesa que le hice a mi abuelo: filmar lo que él amaba, su terreno, un pequeño terrenito de autoconsumo. Fue una promesa ingenua porque no tenía la dimensión de lo que significaba hacer una película sobre esto.
Acompañé a mi mamá a las misas para conmemorar la muerte de mi abuelo, entonces le proponía que fuéramos a grabar al terrenito y algo se empezó a mover en ella, este afán por reconectar con el trabajo que había hecho cuando era niña, antes de migrar a la ciudad.
La abuela no terminaba de entender lo que estaba haciendo, disfrutaba que estuviera en el terreno y que fuéramos al pueblo juntas, hasta que vio la película entendió que no era algo escolar, que trascendía un poco, en el sentido de que se podía compartir con más personas.
Nos interesa saber sobre el montaje, esta elección de elegir las imágenes y hacerlas poderosas: los cielos, las rocas, las semillas, ¿como fue crear este entorno poético?
Comencé con una aproximación muy intuitiva del trabajo que se comenzó, una siembra del frijol, iniciativa de mi madre, quien invirtió sus ahorros para que se cerrará el ciclo familiar. Ella no lo dice pero también creo que fue para obsequiarme algo que filmar.
Fue un proceso de rodaje sin pasar por un proceso de escritura, lo pongo en paralelo a acariciar con la cámara las cosas que aprendí a amar: acercarme poco a poco, tocar un brote con la cámara, tocar el árbol con la cámara, tocar los cielos con la cámara. Es un ciclo que inicia con la siembra y acaba con la cosecha. Una cosecha con resultados relativos, algunas personas dirían que fue un fracaso, algunos dirán que todo lo contrario.
En el montaje enfrenté un montón de material. Yo tenía notas que escribí en un diario, fueron un mapa para armar la experiencia.
Fue importante realizar un vaciado de material basado en lo que aceleraba mi corazón. Para mí era importante priorizar ese material. Veía cómo mi madre reaccionaba a ciertos cielos, ciertos objetos, y después estaba el orden de la siembra y la cosecha, una especie de arco dramático. Con estos núcleos emocionales fue fácil ordenar.
Hice el montaje en colaboración con Eduardo Palenque, coeditor de la película: encontramos una experiencia que trascendía lo que mi familia y yo veíamos en el terreno.
Encontré una página tuya de hace años y vi que compartías un cortometraje de Marie Menken, Glimpse of the Garden (1957), que muestra detalles de plantas, de la tierra. No me gustaría presumir que es tu referente directo, pero sí pienso que muestra una experiencia previa a Titixe. Entonces, a pesar de que sea un trabajo intuitivo, también veo una formación de la mirada, cuéntame cómo eran esos intereses previos a Titixe.
Cuando estudiaba cine encontré ancestras y ancestros cineastas que se nombran a sí mismos amateurs, en el sentido original de la palabra: amadores y amadoras del medio. Estas personas son un crew unipersonal que hacen de la cámara una extensión de su cuerpo. Puedo hablar de Marie Menken, Maya Deren, Bruce Baillie, Jonas Mekas, quienes me inspiraron para acceder a la creación cinematográfica de maneras distintas a las hegemónicas.
Cuando pensaba en la figura de la directora como una persona que lidera un crew gigante no me sentía apta de dirigir, pensaba que era para otras personalidades, pero cuando conocí el cine hecho por estas personas me dieron ganas de acceder a este tipo de cine. Me lancé sola con mi cámara y mi grabadora de sonido a rodar esta siembra y esta cosecha.
Llevar la cámara me permitía hacer una recolecta en el terreno. Acercarme a las cosas y a las personas, a sus manos, sus ojos, las semillas, las flores, con una curiosidad de descubrimiento, como alguien que ve algo por primera vez, algo hasta infantil en la visión.
De pronto hay una limitante en mi aproximación técnica, por ejemplo en el sonido, donde tuve que pedir ayuda. Fue cuando entró la escucha maravillosa de Mariana Rodríguez, nuestra sonidista y diseñadora sonora, que definitivamente le da otra perspectiva a estar en el terreno.
Algo importante de Titixe es la voz en off, permite conocer la historia de las calabacitas, le pide a la abuela que cuente el cuento de los zorros, hay estados de ánimo. Dices que en el montaje encontraste la narración, imagino ahí aparece la voz en off, ¿cómo la creaste?
Fue complejo encontrar el registro interpretativo que tiene mi voz, es una voz que reacciona y construye significados en las imágenes.
Para mí el hecho de que tardamos dos años en editar fue definitivo, cuando terminamos la cosecha comencé editar y no había entendido del todo lo que había pasado. Con las expectativas de la cosecha sentía una sensación de derrota, por no haber logrado cierto resultado. Pero conforme pasaba el tiempo y reflexionaba lo que había sucedido a nivel de familia, la reconexión que había tenido con mis raíces, el descubrimiento del lugar del que vengo, cambió mi visión de lo que habíamos hecho y se complejiza mi experiencia.
Para mí era importante remarcar la resiliencia de las personas que trabajan en el campo, remarcar la posibilidad de nuevos comienzos, eso fue madurando con el tiempo. La voz en off fue cambiando mucho en los cortes, me cuesta mucho escucharme a mí misma porque a lo mejor podría decir las cosas de otra manera, pero queda como un registro preciado de los pensamientos, las sensaciones y emociones que nos atravesaron como familia y a nivel individual.
¿Cómo reaccionan tú y tu familia al ver estas imágenes de hace años?
Por la pandemia ni mi mamá, ni mi abuela, ni yo hemos podido regresar al pueblo, las imágenes nos quedan como una experiencia compartida por muchas de las personas que amamos y que conocen por la película. Creo que hay algo muy bonito en compartir con otras y otros ese lugar que nosotros pensamos que es hermoso.
A mí personalmente me queda como refugio emocional; sé que la relación de mi mamá y mi abuela son distintas y no quisiera nombrarla, pero no creo que sólo sea esta cuestión de lo que hicimos en el pasado, sino la posibilidad del futuro. Hay muchas preguntas: ¿qué va a suceder ahora con el terreno? ¿Qué sucederá con nuestra relación con el campo? Las preguntas de Titixe se han solucionado de alguna manera pero van abriendo camino a otras.
Esta película pudo haber sido un reportaje sobre la problemática del campo, obviamente hay apuntes y se pueden reconocer. Pero tu mirada cercana a las semillas, a las piedras, a la tierra da otra dimensión de la película, una mirada muy personal.
Para mí era importante no hablar por la gente que cultiva la tierra porque esa no es mi experiencia; para mí es más una experiencia de asombro, de descubrimiento, de reconocimiento y ojalá de reconexión. Eso es más la película. Creo que hay otras voces que tenemos que escuchar, ojalá la película se pueda inscribir en una genealogía cercana ellas, pero para mí es importante no tomar ese lugar.
Titixe ha tenido una ruta afortunada en festivales, con un público acostumbrado a cines no hegemónicos, pero un público menos especializado, ¿por dónde tendría que entrarle a tu película?
Esta historia cuenta el regreso al campo, al terreno amado por una familia que cultivó la tierra hasta la muerte de su último campesino, el abuelo. Muchas personas tenemos orígenes rurales, y el mundo contemporáneo y su visión de progreso nos ha negado la posibilidad de sentirnos orgullosas y orgullosos de estos orígenes. La película plantea la posibilidad de devolver la mirada a estos lugares llenos de historias, de resiliencia, de dolores por el abandono del campo, pero también la posibilidad de comenzar de nuevo, la fuerza tan maravillosa de las semillas.
Titixe (México, 2018) Dirección y fotografía: Tania Herna´ndez Velasco. Producción: Tania Herna´ndez Velasco. Coproducción: Rosa Galguera Ortega. Producción asociada: Yolanda Velasco Jua´rez, Miguel Herna´ndez Enciso, Jorge Bolado, Eduardo Palenque. Producción ejecutiva: Nael Gharzeddine e Iva´n Lo¨wenberg. Sonido y diseño sonoro: Mariana Rodri´guez Alcocer. Edición: Eduardo Palenque y Tania Herna´ndez Velasco. Música: Jorge Bolado. Música adicional: Mario Bringas. Corrección de color: Hans Bruch Jr. Mezcla de sonido: Manuel Aguirre. Supervisión musical: Fernando Heftye. Diseño gráfico: Juan Arturo Garci´a. Con la participación de Yolanda Velasco Jua´rez, Concepcio´n Jua´rez Za´rate, Abel Velasco Orea, Abel Velasco y Valenti´n Velasco Orea.