Lo que sabemos de ‘Los lobos’ de Samuel Kishi Leopo

La filmografía de Samuel Kishi Leopo (Guadalajara, 1984) borda la autobiografía. Si su anterior largometraje, Somos Mari Pepa (2013), retrataba una adolescencia tapatía que se quería rockera y terminaba convirtiéndose en un emotivo homenaje a la abuela, en Los lobos simultáneamente se abren y cierran los horizontes.

Se abren, porque los personajes de Kishi cruzan la frontera y viven la experiencia de la migración y la multiculturalidad.

Se cierran, porque gran parte de la historia ocurre en un pequeño e inhóspito departamento, donde dos niños esperan que su madre regrese de trabajar.

Samuel Kishi no oculta el carácter autobiográfico de Los lobos. En un par de entrevistas ha confirmado que el origen de su segundo largometraje viene de su experiencia propia, cuando su madre se separó de su padre e hizo el viaje a Estados Unidos, con él y su hermano.

Mientras la madre trabajaba, los dos hijos la esperaban en un pequeño departamento de Santa Ana, California. Era una zona violenta de la ciudad, habitada por latinos y orientales: un melting polt de la marginalidad, donde conviven la delincuencia y las drogas junto con cierta preservación de la identidad.

La antigua Santa Ana, California, se ha gentrificado. Por eso Samuel Kishi filmó en un vecindario de las afueras de Alburquerque, Nuevo México, que semeja el sitio donde vivió con su madre y su hermano. Un territorio de calles solitarias, donde circulan los libertad las drogas, con migrantes que permanecen en sus habitaciones por el calor inclemente y el miedo a que los agarre la migra; pero también donde logra darse cierta solidaridad. Todos están solos y desde allí coinciden en una escéptica empatía con el resto del vecindario.

¿Y los personajes de Samuel? Max y Leo se fastidian encerrados. Escuchan en una grabadora portátil el mensaje que todas las mañanas les deja Lucía, su madre, antes de irse a trabajar, con consejos de qué deben de hacer y uno que otro cariño. “La grabadora no fue nada más una idea”, ha dicho Samuel, “mi mamá nos tenía con una grabadora Fisher Price donde grababa canciones, las reglas de la casa, cuentos, y nos decía, ‘si me extrañan prendan la grabadora y ahí me escuchan’, entonces nosotros de morritos empezamos a construir nuestro imaginario con la voz de mamá grabadora; el cine es como un ejercicio de ver fantasmas y con la grabadora es escuchar fantasmas también”.

Pero además, los hermanos usan las paredes del departamento para dibujar superhéroes, proyecciones de lo que querrían ser en condiciones más favorables. Los lobos apela a la imaginación como forma de trascender las carencias de la realidad.

Para Los lobos, Samuel Kishi volvió a contar con la participación de su hermano mejor, el músico Kenji Kishi. En Somos Mari Pepa él compuso las únicas dos canciones que tocaba aquel frustrado grupo de punk adolescente. Aquí, la música tiene un compromiso más vivencial: desde la música, Kenji también hace su ejercicio de memoria alrededor de aquellos años aciagos. Y la cooperación de los hermanos Kishi, recreando a los hermanos de Los lobos, hacen de esta película un ejercicio más introspectivo y familiar.

Los lobosha tenido una exitosa ruta de festivales, en el Busan International Film Festival de Corea del Sur, Corea del Sur y ahora en la 70° Berlinale.

Cuenta con guión de Samuel Kishi, Luis Briones y Sofía Gómez Córdova; fotografía de Octavio Arauz y las actuaciones de Martha Reyes, Maximiliano Nájar y Leonardo Nájar,