'Zapatos rojos', de Carlos Eichelmann Kaiser: el viaje hacia la hija muerta.

Es la soledad de la sierra. Tacho otea los atardeceres y se alimenta de sus silencios. Entonces llega un mensaje. Su hija ha muerto. Debe recoger su cuerpo en la ciudad.

 

En la mejor tradición del road movie, Carlos Eichelmann Kaiser crea una historia poética, solitaria, contradictoria, que tiene en su centro a un anciano de la sierra y a una adolescente que sobrevive en la ciudad. Y los zapatos rojos de la hija muerta gravitan como culpa, o recuerdo, o búsqueda del perdón.

Zapatos rojos forma parte de la selección Largometraje mexicano que se presenta en la edición 20 del Festival Internacional de Cine de Morelia. 

 

Carlos Eichelmann Kaiser nos contó de esta película sobre paternidades tormentosas, viajes de las sierras a los neones, vínculos que acaso semejan una forma de redención.

 

¿Cómo surge esta historia de Tacho, que viene a la ciudad a recoger el cuerpo de la hija y esta cosa tan tremenda que estás proponiendo en zapatos rojos?

Su impulso original era hablar de esto que la psicología moderna llama el conflicto de linaje, patrones que se repiten durante generaciones y que para moverte y sanarlo debes tener una acción afirmativa. Nos alejamos de hacer una película política, coyuntural o de denuncia; preferimos apostar por un camino poético. Nos interesaba proponer una sanación a la herida, por eso elegimos ser afirmativos, poéticos, emocionales; creemos que la reflexión tiene que venir desde el sentimiento y no desde una reflexión cartesiana. 

El segundo tema de la película es la violencia contra la mujer. Inició como subtema, que rápidamente y de manera misteriosa (no sé explicarlo, pero los guiones y las películas son elementos vivos que van tomando decisiones que te trascienden) se volvió uno de los temas principales. De tal suerte que la película descansa en estos dos pilares. 

 

Pensaba en París, Texas de Wenders, este personaje, Travis, que lo conoceoms a retazos, y hasta su  monólogo final muestra todas sus cartas; me pareció equivalente a la charla de Tacho y Damiana mientras toman cervezas. 

Hay tres influencias principales en Zapatos rojos: una es Paris, Texas, prácticamente es un homenaje a ese diálogo que marcas. De hecho, si te fijas, el actor que hace a Tacho se parece un poquito a Travis, tiene esta cara afilada, silencios similares. Luego está The Straight Story de David Lynch. De ahí rescaté una forma narrativa muy clara y clásica, prácticamente de un acto con un epílogo, que recarga los códigos del road movie, con un personaje de una pieza, fácil de leer para el espectador. Y la última referencia era obviamente Pedro Páramo de Rulfo. En los primeros esbozos del guión había incluso algo de magia, luego se volvió una película realista. Pero hay algo en la primera parte de Zapatos rojos que tiene que ver con Comala y el universo rulfiano. 

 

En los últimos tiempos hay varias películas mexicanas que abordan el tema de buscar a los hijos muertos o desaparecidos. La singularidad de Zapatos rojos está en que aquí lo hace un hombre viejo. Esto le da una sustancia específica, crea un retrato de masculinidad con este tema de recuperar el cuerpo de su hija. 

No fue intencional hacerlo de esta manera. Se desarrolla naturalmente y venía desde hablar de la relación que yo tenía con mi padre. 

De hecho, la primera parte de la película tiene una energía muy planeada desde el desierto, la aridez, la sequedad, la gente que habla poco. El ritmo es lento, no pasa mucho en los planos y son más abiertos, sin telefoto ni grandes angulares. Después, en la ciudad, hay escenas de noche, mucho misterio, cierto peligro palpable. Planos más cerrados y otro ritmo. Queríamos hacer un balance entre estas dos energías.

 

¿Cómo aparece Eustasio Ascacio, el actor que interpreta a Tacho, en Zapatos rojos?

Es una experiencia cercana al milagro. Alguien me mandó un reportaje en YouTube sobre las mineras canadienses, que estaba invadiendo un ejido en Coahuila, cerca de Piedras Negras. Entrevistaron a los ejidatarios y entre ellos estaba Eustasio. Me sorprendió mucho, era muy parecido al personaje que estaba escribiendo, no sólo físicamente, también en como hablaba. Yo tenía la intención de mostrar gente con estas pausas, estos silencios, como es la gente en el desierto. Un año después, cuando la película estaba financiada, me fui con mi equipo de casting a buscar a Tacho. 

Llegar a su ejido es complicado. Agarras un avión a Saltillo o Monterrey, de ahí un coche y son siete horas en carretera, dos de terracería. Llegamos a la sierra y nos recibieron como reyes: nos hicieron barbacoa, nos ofrecieron su casa.  Le hice un par de pruebas y fueron muy buenas.

Antes de irme le hice una última prueba: una escena improvisada donde le pedí a Tacho que hablara con su hija muerta, como si estuviera en una tumba. Empezó la escena y rompió a llorar. Y en la otra esquina del cuarto empezó a llorar su mujer Cipriana. Recuerdo que Diana Sedano, la directora de casting, me agarraba el hombro. Terminó la escena y el cuarto quedó eléctrico. Me contaron que habían perdido a una hija y ahí supe que la decisión para el personaje no era mía ni de los productores. La película por sí misma había tomado su decisión. La película fue la que encontró a Tacho.

 

¿Y a Natalia Solián, cómo la agregaste para hacer a Damiana?

Siempre tuve dudas con este personaje, me pregunté si debería hacer una película de un hombre solo en la ciudad, pero quería experimentar con un personaje que siempre está de buen humor, en control, pero que por dentro está rota, como Damiana. 

Con Diana Sedano de empezamos a ver gente. No quería el cliché de la prostituta, porque Damiana no es una prostituta, es una sobreviviente que hoy se tiene que prostituir y mañana saca una propina. Quería alguien que no fuera tan amateur, porque quería darle un balance a Tacho, que lo apoyara con herramientas que él no tiene. Natalia fue increíble, en la escena del callback hizo una cosa increíble. Y para tomar la decisión trajimos a México a Tacho y lo casteamos con las dos finalistas. La química de Tacho y Natalia estuvo fuera de cualquier duda.

Conforme fuimos filmando a esa química se agregó Cipriana, la esposa de Tacho, que nos acompañó en el rodaje. Porque una de las peticiones de Tacho para hacer la peli es que Cipriana estuviera con él todo el tiempo. Entonces, al final hicimos una pequeña familia, de hecho voy a visitar a Tacho cuando puedo, y siempre digo que visitarlo es un acto de amor, porque es durísimo ir hasta allá. 

Natalia y Tacho la fecha son muy amigos, ahora todos nos volveremos a ver en Morelia y después viajaremos mucho con la película. 

 

Zapatos rojos. Dir. Carlos Eichelmann Kaiser

 

¿Cómo combinaste las formas de interpretación de Tacho, actor natural, con Natalia, que tiene formación profesional de actriz?

Fue la primera película de Natalia, ella viene del teatro y me gustaba que fuera su primera película. No se diga Tacho. Entonces, todos aprendimos un poco y todos abordamos el proyecto con humildad. 

Cipriana, la esposa de Tacho, se volvió en alguien muy importante en la película, porque Tacho no sabe leer ni escribir, entonces los ensayos los hacíamos a través de Cipriana. Yo leía con Cipriana la escena, le explicaba lo que necesitábamos y ella luego lo hablaba con Tacho. Él se iba al monte con las cabras cuatro o cinco horas, le daba vueltas a la escena y volvía listo. 

Al principio Tacho intentaba interpretar y exageraba el acento ranchero. Fue la lucha más dura que tuve con con él y con todos los involucrados en en la película. Al final le dije: sólo sé tú, y al final fue tan él, que después quienes nos tuvimos que adaptar fuimos nosotros. Tacho marcó el ritmo de la película y  la interpretación de Natalia. “El nivel de verdad es el de Tacho”, decía Natalia. Era la referencia y ella se recargó mucho en esa interpretación. 

 

¿Qué te provoca presentar Zapatos rojos, tu ópera prima?

A mí me gustan las óperas primas. Siento que son películas imperfectas, que están plagadas de fracturas, pero que tienen algo de verdad. Tienen este primer impulso, poco pulido, que les da autenticidad. Me gusta ver mucho óperas primas de directores con carreras consolidadas porque encuentro ahí esta cosa primaria, un poco menos sofisticada. Luego vas puliendo, vas puliendo y bueno, sí mejora, pero algo se pierde en ese pulir.

Zapatos rojos (México, 2022). Dirección: Carlos Eichelmann Kaiser. Guión: Carlos Eichelmann Kaiser, José Francisco González García, Adriana González del Valle. Producción: Gabriela Maldonado Miquelerena, Alejandro de Icaza, Carlos Eichelmann Kaiser. Fotografía: Serguei Saldívar Tanaka. Dirección de arte: Nohemí González. Sonido: Stefano Polidoro. Música: Camilla Uboldi. Reparto: Eustacio Ascacio, Natalia Solián, Rosa Irene Herrera, Miguel Ángel Valencia, Francisco Morán, David Ponce, Basilio Montante.