‘Cosas que no hacemos’ de Bruno Santamaría: una fábula de la identidad en El Roblito

Un pueblo de niños en la costa nayarita. Uno de ellos busca su identidad. Un Santa Claus en helicóptero lanza regalos desde el cielo. Una balacera. Un vestido de colores que sólo aprecia la laguna.

Cosas que no hacemos, el documental de Bruno Santamaría, ha triunfado en festivales de todo el mundo. Se celebra su vitalidad, su candor, su valentía para encarar la vida.

Ahora, la historia de Dayanara encara un nuevo reto: entusiasmar a las audiencias mexicanas. Lo hace sin más artificio que la honestidad de su historia, la fortaleza de hacer cosas que vienen desde el corazón.

 

El documental como la simulación de la experiencia


 

¿Cómo miras tu documental a un año de empezar su ruta?

Hay un movimiento en la percepción de la película a partir de lo que le sigue a Dayanara y evidentemente en lo que leemos. Yo leo lo que escribe cada persona, me gusta ver qué piensan de la película, es inevitable que se vayan sumando formas de ver la película.

Ya pienso incluso en qué estaba mirando en ese momento y qué pasa al final. Lo que uno ve como espectador es bonito, al final interpretas y compartes desde tu presente. Seguramente habrá cosas que ya no son como antes, es parte del proceso de mostrar la película y que cobre vida propia.

 

Cosas que no hacemos empieza con todos los niños. Poco a poco la película se vuelve de Dayanara, la colectividad se decanta hasta que ella cobra relevancia. Recuerdo que usas un concepto: la película no se cuenta sino que va ocurriendo, ¿esto es parte de ese ocurrir?

En sus clases Marta Andreu dice que el montaje en el documental es una simulación para compartir la experiencia que vivimos mientras filmamos y yo concuerdo. En el montaje decidimos quién protagonizaba la película. En algún momento era coral, otros niños también tenían una confrontación con sus padres. En la edición decidimos que Dayanara era la protagonista, fue un descubrimiento.

Llegamos a El Roblito sin saber mucho, con un montón de niños corriendo y un Santa Claus que lanza regalos desde el cielo. Esa sensación de empezar con Santa Claus, ver niños corriendo, seguir los globos, ver niñas bailando y la cámara voltea y aparece Dayanara, es una simulación de nuestro encuentro con ella.

Ocurrieron situaciones en el rodaje que al montar tratamos de simularlas, para que el espectador pudiera vivir esa llegada fantasiosa, medio inocente, casi de ficción. En ese sentido se escribe al tiempo de hacer la película, porque es compartir la experiencia que vivimos en el proceso, con las situaciones y personajes que fueron apareciendo en este viaje de tres años.

 

¿Cómo se relaciona Dayanara con el documental? ¿Le gusta reflejarse en él?

Está feliz, de alguna manera le construyó un entorno amigable en El Roblito, el documental ha reeducado a un montón de gente.

Mañana jueves [17 de junio] mostraremos la película allá, vamos con la pantalla de Ecocinema. La proyectaremos en la cancha donde Dayanara baila y le gritan puto. Antes de la exhibición, Dayanara me pidió bailar un vals, el que compuso Tomás Barreiro para la película, vestida de mujer, para mí eso es muy poderoso. En El Roblito ella ha logrado transformar la mirada de las personas y sentirse cómoda.

La película también le ha ayudado como herramienta: que la entrevisten, que salga en notas, que se comente en Facebook; a ella le genera seguridad y le da fuerza para tomar decisiones. Y mañana veremos la película porque ella lo está organizando con nosotros: la comida en el pueblo, invitar a las personas, es una propuesta de Dayanara.

A pocos meses de Cosas que no hacemos vimos Las flores de la noche de Omar Robles y Eduardo Esquivel. El tema es semejante, también hay algunos cortometrajes recientes sobre personas transgénero. Parece una tendencia retratar a estos personajes pero además hacerlo con respeto, no con las formas humillantes de otro tipo de cine, ¿qué piensas de esta sensibilidad en la que coincides con otros cineastas?

Más que tendencia es algo que está en la realidad. Por suerte cada vez las personas pueden hablar más, sin que implique una violencia directa. Sigue ocurriendo esta violencia por decidir ponerte un vestido, hacerte una operación, cambiarte el nombre, agarrarle la mano a alguien de tu mismo género. Por suerte cada vez se abren más espacios.

En particular, con los directores de Las flores de la noche hay un vínculo no sólo temático sino de formas de cine, de acercarte a los espacios y conocer el ambiente.

Cosas que no hacemos estuvo muy hermanada con Las flores de la noche, nos conocimos mientras desarrollábamos las historias. Bromeamos que Cosas que no hacemos es la precuela de Las flores, o que Las flores es la secuela de Cosas, porque Cosas que no hacemos es el momento en que tomas la decisión de ser mujer; Las flores de la noche es ser mujer a todo lo que da, la exporación, la libertad; de alguna manera se vinculan. Hay buena relación de quienes estamos haciendo las películas, estamos muy de la mano.

 

Pensaba en Quebranto de Roberto Fiesco, gran película pero no deja de tener un punto de vista trágico, solitario; Cosas que no hacemos y Las flores de la noche son más gozosas. Daría la impresión que cambia la sensibilidad, sin que quite la calidad de cada película.

De alguna manera es ir abriendo brecha que Quebranto se haya mostrado de manera internacional y que haya ganado el Ariel. A mí me dio clases Roberto y nos puso Quebranto, yo conecté de manera muy potente y le pedí que me asesorara para Margarita, no sólo por su inteligencia y dominio del cine, también por su sensibilidad gay. Yo vivía en el clóset en ese entonces y quería estar cerca de alguien que me asesorara con esa sensibilidad.

De alguna manera Cosas que no hacemos también nace a partir de las historias que Adriana Trujillo y Roberto han hecho, van abriendo camino y van enseñado algo tan sencillo como panear a la derecha, y eso es consecuencia de las miles de veces que otros han enseñado a panear a la derecha. Se me hace bonito pensar en Cosas que no hacemos como resultado del trabajo de cientos de directores y directoras que han hecho ese paneo, de cientos y cientos de chicos y chicas gays y trans que han dado la vida para que se pueda hacer una película.

 

Ahorita viene el estreno comercial ¿Qué te parece este momento de la película?

Abril y yo estamos muy contentos de lo que hemos como equipo, felices de que Pimienta ayudó para la exhibición. La película se vio en festivales y nos tienen felices, ahora me gusta compartir un espacio en una sala, sentir la respiración de quién está mirando la película, su risa, sus pausas, su silencio; eso se contagia y hace que se convierta en una experiencia colectiva.

Ahora además, en Estados Unidos, la cadena PBS de televisión adquirió los derechos para mostrarla; nos garantizan más de 40 mil vistas. En Colombia la distribuidora Foco también estrenará la película, entonces estamos felices que trascendió el círculo de festivales, que algunas personas apuesten por comercializarla y se mire más. Ojalá también llegué a alguna plataforma digital. Después de la experiencia de cine sería genial estar en alguna plataforma.

Abril López Carrillo: así se produce Cosas que no hacemos

Bruno Santamaría y Abril López Carrillo se conocieron en el CCC y colaboraron juntos en proyectos escolares. Cuando Bruno inició su ópera prima, Margarita (2016), invitó a Abril ha participar. Su relación creativa ha derivado en la fundación de la productora Ojo de vaca; Cosas que no hacemos es su primera película al 100%.

Abril tiene el difícil oficio de la producción: acompañar el proceso creativo, contener el proceso creativo, dar cauce y posibilidad a las exploraciones vitales del director Santamaría.

 

Hay un tópico de la relación conflictiva entre el director y el productor, el primero instalado en la creación y el segundo aterrizando al primero. En el caso de Bruno es un director que se toma su tiempo, necesita meses para acercarse a sus personajes y desarrollar sus temas, ¿cómo se acompaña el proceso de Bruno, con por ejemplo Cosas que no hacemos?

Abril: Es muy difícil que no sucedan este tipo de discusiones. En cosas que no hacemos Bruno y yo llegamos a ese punto donde no coincidíamos en lo que debería suceder, yo tenía este perfil de: “tenemos que entregar” y Bruno estaba en un momento de: ”‘necesito más tiempo para explorar y explotar la propuesta” . Sí llegamos a este tipo de discusiones, en su momento son un poco estresante, pero algo que aligera las cosas es que los dos estamos viendo por el bien de la película.

Es lo más importante: comunicarnos, discutir, dialogar y llegar a un acuerdo. Igual no era el que uno estaba esperando, pero los dos estamos en la misma línea. Este proyecto fue así, me tocó jugar a la mala de la película, pero siempre en un sentido de qué es lo mejor para la película. Que se cumplieran los objetivos y se pudiera cumplir en tiempo.

 

Alguien produce una ficción y sabe que tiene seis semanas y crea su presupuesto en función de ese tiempo. ¿Cómo organizas cuando son los tiempos de Bruno, un director que necesita meses o años para llegar al final de su película?

Bruno acompañó la elaboración del presupuesto, desde el primer boceto de presupuesto dices: ‘necesitamos ir 6 veces’, y sabes que hay seis viajes contemplados. Eso puede modificarse, pero también te da un panorama de cuánto tiempo tomará el proyecto. Es importante hacer partícipe al director mientras elaboras tu presupuesto, esa forma de trabajar funciona bien. Estar consciente de cuánto cuesta su película y en que se van los recursos.

 

Hace un año Cosas que no hacemos empezó a participar en festivales, tiene premios y reconocimientos. ¿Cambia de la perspectiva de la película? ¿Cómo es la apreciación a un año de cara a su exhibición comercial?

Abril: Es un cambio radical dimensionar cuánto tiempo vas a invertir para que tu película cumpla con el objetivo final. Esta producción es de bajo presupuesto, no podemos vivir seis años de ella, tenemos que avanzar y hacer otras cosas. Eso lo planteamos desde el inicio con Bruno, había que aprovechar el ruido de la película y por eso decidimos estrenarla. Por fortuna logramos esta colaboración con Pimienta, que nos ayuda con la exhibición y la distribución Haces equipo para que tu película funcione en todos los aspectos.

 

Cosas que no hacemos (México, 2020) . Director: Bruno Santamaría Razo. Productora: Abril López Carrillo. Compañía Productora: Ojo de Vaca, FOPROCINE. Director de fotografía: Bruno Santamaría Razo. Editor: Andrea Rabasa, Bruno Santamaría Razo. Sonidista: Andrea Rabasa, Zita Erffa. Compositor musical: Tomás Barreiro. Diseñador sonoro: Javier Umpierrez. Supervisor de Post: Marco Hernández.