'Ya me voy' de Lindsey Cordero y Armando Croda: entre el aquí y ahora y la Canción Mixteca

Felipe es mexicano, guerrerense, y quiere volver a su país. También sabe que regresa y confrontará el vacío que dejó con su familia. ¿Alguien apreciará su sacrificio? ¿O la indiferencia de los suyos le hará pensar que 16 años de migrante fueron en vano? ¿Dónde se vive, en el sitio que dejaste y al que diario quieres regresar, o en una ciudad áspera que ha dado amigos, café, trabajo y una habitación de paredes desnudas?

 

Ya me voy, documental de Lindsey Cordero y Armando Croda, trata de la migración pero también del presente, del aquí y ahora, de cómo vivimos mientras esperamos regresar a vivir.

 

Lindsey Cordero y Armando Croda, documentalistas, graban historias sobre el low ryder neoyorquino. Durante el día se cruzan con Felipe de Jesús Hernández, mexicano que usa sombrero de charro, recoge latas y envases de pet por las calles de Brooklyn. La gente le pide que cante y no lo hace mal.

 

Usa su teléfono con insistencia, después se sabrá que en todo momento se comunica con su familia, que vive en el estado de Guerrero. Justo un día él les pide a los documentalistas que le ayuden a hacer un video, para mostrarle a su familia cómo vive. Ahí empieza la historia.

 

Ya me voy da testimonio de este hombre alegre y melancólico que está a la deriva, y propone la reconstrucción de una persona, que debe decidir si la vida es aquello que nos espera en otro lado, o si es esto que vivimos ahora, entre los cafés tibios, los envases de pet y la nostalgia que arrecia todas las noches.

¿Qué les pareció interesante de Felipe para volverlo personaje de un documental?

AC: Cuando Felipe le manda por video un mensaje a su nieta recién nacida y le canta, nos dimos cuenta que era fotogénico y le gustaba interactuar con la cámara. A nosotros nos interesaba hacer algo con personajes que tuvieran esta interacción con la cámara; Lindsey estaba haciendo una maestría en formas documentales, queríamos experimentar con la forma y Felipe era el personaje ideal. Después conocimos su historia y se volvió un proyecto al que queríamos dedicarle tiempo, nos parecía que había algo que contar.

LC: Quisimos explorar formas novedosas: él hablando a la cámara, recreando sueños, pero al final lo se consolidó la idea de eliminar la experimentación y contar una historia sencilla, irnos a lo básico: una historia en tres actos, sin que se vea el artilugio del cine; algo realista, naturalista, eso le dio fuerza al proyecto. La historia de Felipe era tan interesante y fuerte que se podía contar por sí sola.

¿Qué tan incómoda era la cámara para Felipe?

LC: Felipe respondía muy bien a ciertas direcciones, le dábamos pautas y él las realizaba, además le ponía a su cosecha y superaba nuestras expectativas. Felipe daba algo de sí mismo a la realización. En algún momento nos buscaba para decirnos: hoy voy haré esto, mañana lo otro, estaba su compromiso de querer contar la historia, fue una colaboración y compromiso por ambas partes.

 

Al empezar la película la ves como el espectador antropólogo que reconoce los problemas del migrante, engancha cuando Felipe descubre que su vida está ahí, en Nueva York, es cuando se vuelve una historia personal y hace cosas por el aquí y el ahora…

AC: Después de dos años de trabajar -grabamos unas 75 horas- nos sentamos a editar con un escritor y ahí definimos qué queríamos contar y cuándo tenían que ocurrir los giros: un primer acto describe la soledad de Felipe y cómo su vida estaba en México y no en Nueva York, pasa el punto álgido de la deuda y se tiene que replantear su existencia; ahí detona la otra parte de la película, totalmente intencionada desde la sala de edición. Durante la producción era una de las posibilidades pero después fue deliberado seguir hacia allá.

En las historias de migración el que se va es el gran ausente, casi un ente fantasmal; aquí la ausencia es al revés: la familia de Guerrero, su hijo César, la esposa, son los entes fantasmales.

LC: Para crear a la familia de Felipe recurrimos a las llamadas telefónicas, desde el principio nos dimos cuenta qué tan importante era su familia para Felipe, les hablaba dos o tres veces al día, cuando le pusimos atención al material nos dimos cuenta que el teléfono podía ser un recurso interesante, la familia toma presencia fuerte desde ahí, y ahí se definen muchas decisiones de Felipe.

 

Estrenaron el documental con Las Patronas, es interesante porque son gente cercana a los fenómenos de la migración en México

AC: Fue importante estrenar con las Patronas, quienes conocen de primera mano el fenómeno de la migración. Es bonito escuchar a Norma, la coordinadora de las Patrona, describir nuestra película como una capa más que ayuda a explicar mejor el fenómeno. Muchas veces conocemos las historias de cómo les va en el viaje, pero pocas veces nos preguntamos qué pasa cuando están allá, su vida partida, extrañar a la familia, no poder hacer otra vida allá, no tener un trabajo bien pagado ni seguridad social; este otro lado de la moneda también es entender el fenómeno y crear un diálogo más abierto, más complejo.

LC: Estas proyecciones son importantes para generar diálogos en las comunidades. Platiqué con una señora que es como la esposa de la película, ella tenía a su esposo y hacía veinte años que no lo ve. Decía que ver el documental fue bonito pero también muy triste.


Ya me voy. Dirección: Lindsey Cordero y Armando Croda. Producción: Armando Croda, Lindsey Cordero y Josh Alexander. Fotografía: Armando Croda. Guion: Josh Alexander. Sonido Directo: Lindsey Cordero. Con Felipe Hernández.