'El encierro Vol. 1' de Santiago Fábregas y Santiago Maza: crónicas caseras de la pandemia

¿Recuerdan 2020? La llegada del covid-19 a México se recibió con incertidumbre y angustia, no estábamos preparados para una pandemia que nos amenazaba de maneras insospechadas. 

La Jornada Nacional de Sana Distancia, decretada el 23 de marzo de ese año, nos encerró en nuestras casas. Y contra el miedo ante este panorama desconocido se debieron tomar las cosas con paciencia y, de ser posible, con humor.

 

El encierro Vol. 1 es el documental de Santiago Fábregas y Santiago Maza que hace esta crónica múltiple y doméstica de cómo vivió la cuarentena cierto sector de la población mexicana. Es un ejercicio del absurdo y la resiliencia, “que vaya cubriendo de a poquito pero constante el encierro: el cinismo, la incertidumbre, el miedo, el hartazgo y ojalá lleguemos a la parte de la esperanza”, explica no sin cierta sorna Santiago Maza al inicio del documental. 

Para realizar El encierro Vol. 1, Fábregas y Maza le pidieron a una veintena de personas que se grabaran en sus actividades cotidianas: bañarse, cocinar, limpiar la casa, convivir con la familia, desesperarse o recrearse en el ocio. El resultado es un mosaico de testimonios que se decantan en el humor, la reflexión, la creatividad o la sombra presentida de momentos peores

Pero además, para crear el material de El encierro Vol. 1, los participantes debieron recurrir a las herramientas de información y comunicación (sistemas de video y mensajería, redes sociales) que les permitiera generar sus testimonios. De ahí que esta película trate de la pandemia en 2020, pero también de nuestra relación con los mundos virtuales.

 

El encierro Vol. 1 se presenta en la edición 25 del Festival Internacional de Cine de Guanajuato, en la sección Largometraje México. Buen pretexto para platicar con Fábregas y Maza, desde el encierro del zoom, de aquel otro encierro, que incluso empieza a ser materia de nostalgia. 

 

Debe haber sido muy rápido decidirse a hacer este documental, para que pudieran tener los registros de sus personajes desde el inicio del encierro, en marzo de 2020. ¿Cómo iniciaron? 

Santiago Fábregas (SF): Santiago y yo somos amigos de hace muchos años, hemos hecho cosas juntos. Al principio del encierro, yo muy nervioso, me estaba bañando porque además soy hipocondríaco, y salgo y le hablo a Maza y le digo: “creo que deberíamos hacer algo, si vamos a estar encerrados quién sabe cuánto tiempo deberíamos filmar”. Cuando lo platicamos nos dimos cuenta que era peligroso meternos con cámaras a una casa o salir a la calle, además de que no había nada que grabar. Entonces pensamos: todo mundo tiene una cámara en su casa, aprovechemos eso: pidámosles a la gente que se graben durante este mes, porque en ese momento López Gatell había dicho que iban a ser dos semanas de encierro, entonces quisimos aprovechar este rango para que la gente se grabara y de ahí sacar una película.

Santiago Maza (SM): Invitamos a un grupo de personas y les pedimos que se grabaran diario; la pandemia empezó a durar más y la respuesta en general fue positiva, la gente decía: de estar encerrado en casa y no hacer nada, pues mejor participo en un documental, me están dando la oportunidad de encontrarle una rutina a los días. En algún punto de esa semanas hicimos la matemática de cuántas horas de material teníamos y descubrimos que nos íbamos a ahogar de material. Tuvimos que cambiar la estrategia para que fuera un rodaje con sentido, que no nos perdiéramos en el laberinto de tantas horas.

 

Hay una decena de personajes recurrentes, de algunos incluso puedo armarme alguna historia, como el muchacho de la taquería en Buenos Aires, el que tiene la hija pequeña, el que se rasura la barba. ¿Cómo fueron escogiendo hasta llegar a esta decena de personajes?

 SF: Al ser algo tan íntimo tenía que ser gente extrovertida, que desde diferentes industrias, edades y clases sociales, creara una diversidad de personajes interesantes. Pero también fue difícil porque fue muy rápido, entonces resolvimos trabajar con amigos cercanos. Obviamente, si hubiéramos tenido tiempo, hubiéramos hecho más investigación y hablado con más gente, pero fue una cosa de actuar rápido. Dentro de las limitaciones de tiempo, espacio, y que obviamente mucha gente nos rechazó, aprendimos sobre la marcha a echarnos al precipicio y ver quién jala.

 SM: También había que generar un tono, una narrativa, y estas decisiones fueron muy intuitivas, como retratar el ingenio mexicano que aflora en cualquier circunstancia, ese elemento tenía que estar presente, lo mexicano en la pandemia. Por otro lado, Ai Wei Wei hizo un documental sobre la pandemia, El País estaba haciendo otro, pero eran tratamientos serios de la tragedia. Nuestra manera de desmarcarnos fue mostrar personas que estuvieran viviendo el encierro. Esto delimitaba a los participantes, porque significa que si estás encerrado tienes las herramientas para quedarte en casa. Para nosotros era importante verlos rebotar entre cuatro paredes. Entonces eran dos criterios, lo mexicano y lo encerrado. 

 

La tecnología y las redes sociales juegan de manera importante en la película. El encierro vol. I no nada más trata de la cuarentena, también es una radiografía de nuestras interacciones virtuales.

SM: Los teléfonos celulares tienen cámara desde hace quince años, pero si hace quince años le hubieras pedido a alguien que se grabara lavándose los dientes y te mandar el video no lo habría hecho, pero ahora la suma de las herramientas, más la psicosis que genera el encierro, armó el las condiciones para que muchas personas estuvieran de acuerdo en compartir su intimidad a través del celular. Fueron condiciones muy particulares, quien sabe si lo harian dentro de cinco años. 

SM: Y no nada más era el rodaje, también era platicar con ellos en WhatsApp u otros servicios para que nos mandaran su material; también nuestras juntas eran en Zoom, o las revisiones con el editor. El rodaje y la oficina y todo era en esta interfaz, que ahora es una herramienta más. Regresamos a lo presencial pero lo seguimos usando para otras cosas.

 

 

 

¿Cómo planearon la trama del documental?

 SM: Hacia el cierre del rodaje hicimos un control de ver qué actividades repetidas teníamos, como bañarse, un momento espiritual, lectura, ocio, cosas que unificaban mucho. Luego había personas con un arco narrativo, que les pasaron cosas a lo largo de estos meses, y otras que tenían momentos maravillosos a cuadro, pero que quizá no había esta progresión. Entonces olvidamos las entrevistas y nos fuimos por lo visual, donde suceden las historias. Sobre eso construimos qué cosas tenían esa fuerza del inicio del encierro: las ilusiones de cocinar, me voy a rasurar; y después momentos de ya estoy harto, estoy llegando al límite. Cuando logramos armar esa progresión integramos reflexiones que habían salido en los zooms, o mosaicos que servían como texturas de algo universal: todo el mundo agrarró un libro, todo el mundo se cocinó, pero no todo mundo puso una pista de hielo en su sala, por ejemplo. Ése era el contraste. 

SF: También es importante decir que decidimos irnos un ángulo humorístico, porque el covid es una tragedia y es  importante reconocer que no es para reírse y en ningún momento nos estábamos riendo del covid; pero sí nos reíamos del absurdo de estar encerrados y lo que eso podría generar. Escogimos ese camino porque era el que teníamos a la mano y porque creo que es el que a los dos nos gusta contar.

El encierro vol. 1, Dirs. Santiago Fábregas y Santiago Maza

Va a ser  interesante mirar El encierro Vol. 1, que trata de 2020, con los ojos de 2022...

 SF: La pandemia fue una pausa en el tiempo; no quiere decir que no ha acabado, pero ya es distinto, más o menos aprendimos a vivir con esto. Si lo piensas sólo han pasado dos años, pero ya se ve con cierta nostalgia. Creo que tiene que ver con esta pausa que fue frenar el mundo dos meses. 

SM: Por ejemplo Sandro, el personaje que su hija está aprendiendo a caminar, después de haber visto algunas escenas me decía que le sorprendió revivir esa etapa: él ya tiene dos hijos, vive en otro país, y decía que es chistoso mantenerse dentro de la pandemia, que seguimos hablando de olas, de cepas, y sin embargo ese encierro ya es muy lejano. Cada vez será más un recuerdo mafufo de algo que nos pasó a todos, una cosa onírica, que de repente estábamos todos un día encerrados. 

SM: También me interesa ver cómo va a envejecer el pixelado del Zoom; va a ser interesante ver cómo hablaban con esa resolución y se frisaba el cuadro.

SF: Fue chistoso porque cuando hicimos el DCP, los de la empresa, súper profesionales, nos pedían el audio en 5.1, y no, es que vea la película, así se ve y así se escucha, y  sí es muy raro porque ahorita, con la tecnología actual, cada vez las cámaras son mejores y esta película será todo lo contrario. Eso tiene un mensaje: que la forma es importante, pero el fondo hay que privilegiarlo siempre.

 

Este documental se llama El encierro Vol. 1, ¿Implicaría que puede haber un volumen 2?

SF: Pensamos en el volumen 1 porque después los personajes salieron de su casa y sus vidas cambiaron. Fue como decir: el volumen uno fue el primer encierro, porque después hubo miniencierros, no tan radicales como la primera vez; es volumen 1 porque la gente salió de sus casas y sus vidas van a cambiar: el taquero que estuvo a punto de quebrar ahora es un éxito con su taquería en Argentina, otros se mudaron a otro país, Jessy Bulbo está por sacar nuevo disco,  pero sigue habiendo encierros, esta conversación la estamos teniendo en Zoom porque ya es más fácil que vernos en persona, quizás porque vernos implicaría riesgo de contagio. 

SM: También queremos superar la saga de La risa en vacaciones, entonces éste es el primero.

El encierro, Vol. 1 (México, España, Argentina) Directores: Santiago Fábregas, Santiago Maza. Producción: Lilyana Torres. Guión: Santiago Maza. Edición: Sebastián Nuño. Música: Santiago Casillas. Sonido: Enrique Domínguez. Dirección de Arte: Rodrigo Fuentes. Animación: Tania Melgar. Reparto Jesssy Bulbo, Poncho Borbolla, Andrew Leland Rogers, Marc Monster, María Cornejo.