Algo de comedia, algunos fantasmas dolorosos, El arranque, de Federico Jacobi, propone un limbo pampero que se finge cansino para ocultar su desesperación. Y propone un desafío: hacer fuerzas de la nada y transformar la inercia en un riesgo vital. Adaptación de una pieza teatral de Pablo Viollaz, coproducción mexicana con Benuca Films y Estudios Churubusco, esta película es una muestra del cine independiente argentino, que necesita de muchos arranques para atizar su energía.
El arranque tiene su estreno mexicano en Cineteca Nacional y tras salas del circuito cultural, a partir del 12 de junio. Por acá hay una charla con el director Jacobi, que revela cómo hacer con una obra de teatro una película conmovedora y una búsqueda de oportunidades para el cine del continente.
El arranque nace de una obra de teatro de Pablo Viollaz, ¿qué te atrajo de esta historia para llevarla a la pantalla?
La película surge de un texto teatral. La obra estaba lista para estrenarse cuando vino la pandemia de 2020. Unos conocidos me muestran el texto y encuentro que ahí había una película potencial. Le propuse a Pablo adaptar su historia a un guión cinematográfico y encarar la producción de manera independiente. Él me propuso que viera un ensayo de la obra, con los tres actores que también hicieron la película. Todo fue bastante rápido, había muchas ganas de hacer.
El texto me interesó desde la producción y desde lo narrativo. Del texto teatral surge una economía de recursos que se puede aprovechar para el cine.
Pero además, la historia me llegó de manera personal. Uno tiene un ideal, pero si te quedas sentado esperando y charlando, quizá ese momento nunca ocurre, no voy a tener un golpe de suerte. A la suerte hay que ayudarla. Y la película habla de eso. Tres tipos están depositando su esperanza en cosas fortuitas como ganarse la lotería, que algo los desprenda de estar estancados. La película cuenta cuando se les presenta una serie de oportunidades que los hace decidir entre tomar las riendas de sus vidas, o quedarse esperando a ver qué pasa. Pero no es un golpe de suerte, sino un camino que hay que recorrer y que tenés que elaborar; si dejás pasar la oportunidad te quedas con la duda de qué hubiese pasado. Yo no sé si será éxito o fracaso, pero prefiero haber recorrido ese camino.
¿Qué implica adaptar una obra teatral para hacer con ella una película?
Eso fue un trabajo codo a codo con el dramaturgo Pablo Viollaz. En la obra todo transcurre en la estación de servicio. Los personajes salen de la escena, vuelven al rato y cuenta que encontraron a alguien y tuvieron una charla. Lo que está en la obra por alusión, en la película podemos mostrarlo. Entonces cobraron vida un montón de personajes secundarios que agregamos. Toda la economía de recursos se perdió un poco, pero entendíamos que era una necesidad de la película.
De hecho, hay una escena de Sandro con su madre. Ese personaje no está en la obra, lo agregamos a la película porque termina de mostrarnos la dualidad del personaje, entre la herencia paterna y materna: el padre quiere que se dedique al negocio, la madre ue quiere que sea un artista.
El lenguaje cinematográfico tiene necesidades y uno toma lo que sirve de la obra de teatro y agregas personajes, decorados, lo que haga falta para contar eso en el formato cinematográfico, sin que la historia pierda su esencia.
Pienso en las técnicas de tus actores: Gabriel de Virgilio, Miguel Ferreira, Fabio Herrera. Ellos están acostumbrados a montar la obra en escenario teatral; de repente llegas y los llevas a un traspatio, les haces close ups, los metes al lenguaje del cine. ¿Cómo se mueven ellos con esta nueva dirección del lenguaje audiovisual?
Fue intencional hacer mucho close-up, para apartarme del lenguaje teatral. Ellos venían ensayando la obra desde hacía un año pero no pudieron estrenarla por la pandemia, primero se filmó la película y después estrenaron la obra. Más allá de lo anecdótico, ellos venían trabajando sus personajes desde hace un año.
En la primera reunión que tuvimos, les propuse un ejercicio, en el que los filmaba desde un celular, un registro audiovisual con fines analíticos. Hicimos un par de escenas con una carga dramática importante, y le pedí que la hicieran de manera exagerada, grandilocuente. Interpretaron de esa manera. Después, hicimos la misma escena, pero al mínimo. Fue filmar la escena varias veces, y tener ese registro para que ellos se vieran en pantalla y se dieran cuenta que los extremos no funcionaban. Logramos un punto medio, un registro que funciona para la pantalla.
Y bueno, esto de los de los planos cerrados tiene que ver con eso, obligarlos a salir del registro donde el espectador los ve de cuerpo completo. Ahora hay que trabajar con el rostro. No sirve de nada que hagas algo con las manos, si nos están viendo. Le sirve al actor para su trabajo, pero el espectador no lo va a ver jamás.
Sin ser una película política, hay ciertos temas sociales que inciden de manera importante en Argentina y que dan contexto a la película.
Uno como realizador siempre tiene una postura, y es difícil que no se vea reflejado. Es un drama íntimo de la vida de cada personaje, no hay una línea política por parte de ningún personaje, pero obviamente está presente, es algo argentino que nos ha atravesado siempre. Hay indicios de que la película está ambientada en una época en la que el gobierno planteaba retenciones impositivas al sector agroindustrial y ahí nacieron los piquetes, esta protesta que implica corte de ruta y que en Argentina se hizo frecuente.
Hay datos dos muy sutiles, que ni siquiera los argentinos agarran, porque tampoco pasa por ahí, no es una película sobre eso. Las decisiones y negociaciones entre los patrón de estancia y el gobierno afectan a un pobre tipo que sólo quiere vender bizcochitos en su local. Por ejemplo, en una escena un personaje tiene prendida la radio y la apaga. Lo que suena es un discurso muy famoso, de uno de estos patrones de estancia; son detalles para dar contexto, pero no hacen la trama de la película.
Te quería preguntar por la parte mexicana. Encuentro a Benuca Films, grandes promotores del cine independiente, pero también está Estudios Churubusco y hasta hay rastros de que El arranque tuvo alguna relación con el Festival de Guadalajara. ¿Cómo participó México en el proyecto?
Esta producción comenzó siendo 100% argentina, pero tanto Benuca Films como Estudios Churubusco hicieron aportes importantes.
Participamos en la categoría de Work In Progress, en la sección Industria del Festival en Guadalajara, con un primer armado de la película. Ahí conocimos a Fernando Montes de Oca, de Benuca films, y a Claudia Covarrubias de Estudio Churubusco, quienes deciden involucrarse. Tampoco quiero olvidar a Fix Comunicación, que hizo el tráiler de la película.
El cine se hace en grupo, necesita un equipo y cuanto más grande es y cuantas más fronteras trascienda se ve más beneficiada la película.
Estudios Churubusco hizo la postproducción de sonido. Para nosotros es un orgullo decir que tenemos esta calidad de coproductores y de finalización de la película.
Te quiero preguntar sobre los desafíos de hacer cine independiente en tu país. ¿Qué tan fácil, difícil, es lanzarse a hacer una película como ésta, en el contexto actual de la cinematografía argentina?
Se ha dado una dicotomía interesante en estos últimos tiempos. Por un lado, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales ha roto un récord negativo y en el último año produjo cero películas desde que se creó el instituto. Hay un ataque sistemático, por parte de la gestión actual, a la cultura en general. Al mismo tiempo, la producción nacional cobró relevancia por el estreno de la serie El eternauta, que en un momento fue la serie más vista en Netflix a nivel mundial. Entonces existen estos extremos: por un lado la producción argentina aclamada, por otro el instituto de cine que está parado desde hace un año.
La producción independiente es de las pocas alternativas. No es que hacemos cine porque alguien nos manda hacerlo, o porque es nuestro trabajo: tenemos la necesidad de hacerlo. Y hacemos muchas producciones independientes, con todo lo que eso implica, por una necesidad de hacer una película. Entiendo que mis primeras películas sean independientes y autoproducidas. Uno encara estas producciones para aprender, para desarrollarse como profesional y porque es mi aval si pretendo que alguien me acompañe en un proyecto en desarrollo.
Mi currículum es mi película, mis películas.
El arranque (Argentina, México, 2024). Dirección: Federico Jacobi. Guión: Pablo Viollaz. Productores: Gisela Villanueva, Silvina Feraud. Productor asociado: Fernando Montes de Oca. Compañías productoras: Mataca Films, Benuca Films, Estudios Churubusco Azteca. Cinefotografía: Federico Jacobi. Dirección de arte: Dolores Tezanos. Sonido: Pablo Santomé. Diseño de sonido: Alan Zaragoza. Música: Fabio Herrera, Walter Jacobi. Reparto: Fabio Herrera, Miguel Ferreria, Jose Gabriel de Virgilio, Ligüen Pires, Claudio Medina, David Rodríguez.